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E T IC A Y C R IS T IA N IS M O 245 otro porque es el mal». La conciencia se vincula así a una ética de lo político que se asienta según nuestro autor sobre los puntos siguien­ tes: 1) la vida cristiana se define por la sumisión a la ley de Dios y, por consiguiente, a la autoridad que la representa. 2) Ley natural y ley revelada son complementarias. 3) Dios como juez retribuye a los hombres según sus méritos. 4) La razón en cuanto receptáculo de la ley universal es motor de la vida moral. La moral asentada así sobre tales principios ninguna referencia diría a Cristo, estando ausentes de ella dos dimensiones que Mehl estima fundamentales en toda ética cristiana, cuales son la relación personal del fiel con Dios, distinta de la puramente jurídica «entre una ley y un sujeto de obediencia», y la relación interpersonalI8. 2 . M o r a l c a t ó l ic a y r a c io n a l id a d No hay ningún inconveniente en conceder de entrada toda la razón a Mehl, siempre que por moral católica se identifiquen los manuales neoescolásticos que han marcado toda una época del estudio de la moral hipotecado en el legalismo y en la casuística. Por lo general uno tiene siempre, o quizá con frecuencia excesiva, la impresión de que gran parte de los autores protestantes trabajan, siempre que han de tipificar el catolicismo, con los esquemas neoescolares, contra los cuales arremetió ya el modernismo, si bien fracasó en su empeño, y posterior­ mente la nueva teología, habiendo sido desplazados hace lustros. Hoy las confluencias entre la posición protestante y la posición católica a este respecto distan menos en la práctica que en la cosmovisión, en el planteamiento de fondo; y sobre este planteamiento de fondo es sobre el que quisiéramos definirnos aquí. Estimo que es en el plantea­ miento de fondo donde persisten las diferencias. Y también Mehl lo cree así, apuntando al problema capital: la manera de entender la relación dialéctica entre el natural y el sobrenatural. Mehl trabaja con el esquema dualista de la superposición de la sobrenaturaleza a la natu­ raleza que tipificó Troeltsch en su sociología de los grupos y de las iglesias cristianas 19. Según este esquema Cristo no intervendría en el fundamento de la vida moral, sino en la garantía de los mandamientos de la Iglesia, a los que confiere un carácter absoluto que por sí mismos 18. R. M e h l , 1. c., 45-46. 19. Cf. E. T r o e lt s c h , Gesammelte Schriften 1, Die Soziallehre der christlichen Kirchen und Gruppen, Tubinga 1922; Aalen 1965.

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