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E T IC A Y C R IS T IA N IS M O 2 4 3 Tomás de Aquino estudia, en efecto, el fin del hombre así como los actos humanos en la I-II, qq. 1-114 y allí establece que el prin­ cipio de la moralidad es Dios mismo, actuando en el hombre tanto por su ley como por su gracia (qq. 90-114). Según el planteamiento de Tomás los medios por los que el hombre llega a la consecución de su fin son las obras morales, en las que desempeña una función de discernimiento e iluminación de la razón la inteligencia, ayudada y sostenida por la voluntad y, en particular, por la libertad. La interpre­ tación de Mehl es correcta, pero ¿qué pretende decir el teólogo refor­ mado? Pues que, según la correcta interpretación del mismo Grab- mann 14, con la cual se muestra de acuerdo Mehl, en Tomás se da «una vinculación profunda entre moralidad y salvación, puesto que la visión intuitiva de Dios constituye la salvación y es el fin propio de la moralidad», por lo cual (y ¡aquí la observación crítica de Mehl!) «se comprende que a partir de ahí el campo quedara abierto para una doctrina de la salvación por las obras, aunque santo Tomás no hubiese enseñado jamás esta dotcrina». En definitiva, que «la moral tomista no toma su punto de partida de la vida nueva a la que el hombre accede por la justificación. Se enraiza en una antropología en la que el hombre por naturaleza está ordenado al ser» 1S. ¿Qué se desprende de esta observación crítica de Mehl frente a Tomás de Aquino, y sobre todo frente a la posterior evolución de la moral católica? La alternativa es clara, atendiendo al enfoque hamar- tiológico de la Reforma, y a la hora de plantear una fundamentación teológica de una ética social, no queda otro camino que el que parte del reconocimiento previo de la realidad positiva del pecado. No se olvide que esto es lo que tiende a poner de relieve Mehl frente a Tomás, a quien hace la observación de no prestar atención a la posi­ tividad del pecado por hallarse anclado en la consideración metafísica del mismo. Para la Reforma (y este fue uno de sus principios constitu­ tivos en orden a determinar una ética social cristiana) no hay otra ética social posible que la que se fundamenta sobre el derecho del pró­ jimo salvaguardado por la ley (que estructura el orden familiar y el del Estado) en razón del pecado y, atendiendo a la normatividad calvi­ 14. M . G r a b m a n n , Thomas von Aquin. Personlichkeit und Gedankenwelt, Munich 1949. Hay traducción española, Barcelona 1930. 15. L. c„ 35-36.

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