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2 4 2 A D O L F O G O N Z A L E Z M O N T E S no está aislada. Es persona-en-el-mundo y persona-con-los-demás-hom- bres. De ahí que la realización moral del misterio cristiano tienda a la integración de la persona en la realidad social y aún cósmica de la comunidad humana. Es decir, el personalismo que define una ética de inspiración cristiana es un personalismo de corte comunitario, tendente a la afirmación en la alteridad, que determina la realidad humana de la projimidad como condición de éxito personal. Por eso, una vez definido así el marco hermenéutico de la presencia del ethos cristiano en la praxis del comportamiento, podemos pregun­ tarnos ahora por las perspectivas teológicas de una ética social cris­ tiana tendente a pacificar la dialéctica tensión que se establece entre los dos momentos, antecedente y consiguiente, de la conciencia como criterio último de moralidad; atendiendo sobre todo a la dificultad que siempre se le ha presentado al cristianismo de tradición católica por parte de la Reforma de establecer unos criterios, que respondan satis­ factoriamente de una ética social cristiana razonablemente fundada sobre la fe y mediada a un tiempo en la razón y en su autonomía. III PERSPECTIVAS TEOLOGICAS DE UNA ETICA SOCIAL CRISTIANA 1. L a c r ít ic a p r o t e s t a n t e a l a m o r a l c a t ó l ic a El teólogo reformado Rogerio Mehl dice, con razón, que para Tomás de Aquino, artífice de la cristianización de la ética aristotélica, «toda moral reside en el movimiento de la criatura racional hacia Dios. La finalidad de este movimiento es la salvación,que constituye el fin último de la criatura racional, y ese fin último es la visión intui­ tiva de Dios. La moral es, pues, ese movimiento ascendente de la cria­ tura racional hacia el Creador y la contemplación del Creador constituye el equivalente de lo que las morales de la antigüedad llamaban el Soberano Bien». De este modo «siendo el fin último el ser, una acción es buena en la medida en que participa en el ser,en la medida en que tiene en ella una perfección que la conforma con el ser. El mal moral no es más que una ausencia del grado de ser y de perfección, es decir, santo Tomás no reconoce la realidad positiva del pecado» 13. 13. R . M e h l, Etica católica y ética protestante, B a rcelon a 1 9 7 3 , 32-3 3 .

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