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240 A D O L F O G O N Z A L E Z M ON TE S tencialismo cristiano la prudencia realiza la aplicación de los principios generales a los casos particulares. Agustín y Tomás de Aquino han visto en la virtud de la prudencia el amor itinerante que espera y lucha por lograr el fin de acuerdo con la realidad viva, vinculada siempre al kairós como virtud escatológica; porque la moral del kairós cierra la puerta a todo planteamiento egoísta y autónomo, al tiempo que exige pleno desprendimiento de sí, evitando la negligencia en hacer el bien (Ef 5, 6; Ga 6, 9; Col 4, 5). c) El cristianismo considera, además, la libertad, desde la cual surge la voluntad de confrontación con el Evangelio de toda conciencia moral, que hace de la ética el lugar de mediación de la vivencia de la fe, bajo la única ley por la que se rige: el amor. Para el cristiano no existe otra norma de moralidad que la caridad, pues en ella es donde se resume todo el mensaje evangélico (cf. Rom 13, 8). De aquí que todas las estructuras, desde las litúrgicas hasta las sociales y económicas hayan de fundarse en el amor al tiempo que sirven de vehículo a su ejercicio, pues es el amor el que constituye la Iglesia como comunidad viva en Cristo vivo (cf. Jn 15). La Iglesia, si ha de ser considerada desde su propia autocompren- sión como sacramento de la unidad del género humano 10, ha de serlo en virtud de su condición de ámbito de y para el amor. En ella todo reviste un carácter comunitario, una proyección social, porque el amor tiende a la comunión desde su propia normatividad en la libertad, según el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento la ley se concentraba en la normatividad de la exterioridad; en el Nuevo Testamento la caridad, única ley deslegalizada, abarca, abrazándola, toda la vida del cristiano. La Teología Moral no enseña, pues, una obediencia de esclavos ni de servidumbre a las leyes que rigen las relaciones humanas, ni siquiera a las que rigen las relaciones del hombre con Dios, sino una obediencia emanada de la experiencia de la filiación que ve en la ley un sacramento del amor. Por eso la comunidad eclesial, embrión utó­ pico de la comunión del Reino, no puede ser simplemente una yuxta­ posición del yo al tú. En ella Cristo predica a Cristo y Cristo ama a Cristo, por lo que no puede haber tensiones entre Cristo y Cristo (1 Cor 12). d) Si, como decimos la ley del amor es el marco de la libertad para el ejercicio ético del creyente, éste sabe que la libertad que posee 10. Lumen gentium 1.

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