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R E L E C T U R A Y D IA L O G O CON E L A U T O R . 151 qué no es posible en el que se fiaba de la buena fe de estos, estando además todos en manos de la Providencia divina?... La consulta del rey idumeo a los doctores de la ley por malas que fuesen sus relacio nes con estos, ¿no podía ser un medio para congraciarse con ellos, como hicieron luego también Herodes y Pilato? Y así podría respon derse a las demás objeciones. Por ello la Pontificia comisión Bíblica en 1964 tuvo que llamar al orden a todos los que sin pruebas auténticas y positivas se atrevieran a dar como ciertas sus propias interpretaciones en la llamada «historia de las formas» negando la verdad histórica de los evangelios 5 y, pos teriormente, la constitución dogmática del concilio Vaticano II sobre la divina revelación insistió nuevamente en ello6. Examina el P. Scheifler lo que él llama la «radiografía literaria» de los relatos de la infancia de Jesús, y descubre en Mt y Le dos métodos distintos de «irrupción de lo sobrenatural, ángeles, sueños y profecías». En Mt le parece claro que emplea un «midrashim» pro cediendo «de la persona de Jesús (de los datos, recuerdos, tradicio nes... sobre su persona) a la Escritura. Y no sin esfuerzo. Tanto para hallar los textos oportunos como para darles un carácter profètico: con su Emmanuel Isaías no pensó en el Mesías escatològico, menos aun en la persona de Jesús; Oseas no predecía nada con sus palabras, aludía al hecho histórico central en la fe de Israel: cuando Dios le sacó de Egipto; Jeremías no profetiza la problemática matanza de los inocentes, refiere el llanto del pueblo en su primera etapa (Ramá) camino del destierro a Babilonia... Este esfuerzo por encajar textos de los profetas en las tradiciones sobre Jesús no prueban sin embargo la historicidad estricta de las mismas. Que no hayan sido creadas en función de los textos, no excluye que no lo hayan sido en absoluto. Y el esfuerzo de Mt demuestra una clara intención teológica». No tenemos inconveniente en admitir que Mt diga en todos estos casos más que los profetas, que haga un «derash» o un «midrash», es decir, que diga algo más de lo que dijeron aquellos. Pero, ¿por qué hemos de negar que el derash o el midrash de estos autores sagrados pueda ser inspirado por Dios? ¿Es que no podemos y debemos admitir una inspiración y revelación progresiva en la Escritura? ¿Por qué Mateo no puede decirnos más que los profetas sobre el Mesías? ¿Por 5. AAS 1964, 712 ss. 6 . DV, 19.
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