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150 R IC A R D O M A R IM O N B A T L L O bajada extranjera, un peligro de muerte, un asesinato en masa y un destierro en Egipto. Mt en cambio ignora el viaje a Belén y sus cir­ cunstancias, la visita inesperada de los pastores y todos los aconteci­ mientos del templo, incluidos los relativos a la familia del Bautista». El silencio histórico en estos casos no es un argumento apodíctico. Puede significar, pero igual puede no significar nada. Que un evange­ lista narre unos datos y otro evangelista narre otros, nos parece lo más natural, y así les ha parecido hasta ahora a grandes Doctores de la Iglesia. ¿Quién deduce hoy en día, por ejemplo, por el silencio histórico de Qumrám en los evangelios la no existencia de este movi­ miento, al parecer, contemporáneo de Jesús? Y pensar de otro modo me parece que podría implicar la proyección sobre los evangelistas de nuestros propios esquemas mentales bajo el espejismo de «crítica lite­ raria». Y lo mismo nos parecen las demás «discrepancias» señaladas por el P. Scheifler. El mismo afirma: «Declarar inverosímil o antihis­ tórico un relato antiguo, aparentemente biográfico, por extraño y aun fantástico que se muestre, exige mucha cautela y pruebas positivas». Pero el P. Scheifler sigue: «Con esta seriedad, se admiten hoy generalmente como antihistóricos, en los relatos de la infancia, los rasgos o detalles siguientes: en Mt — la turbación en Jerusalén al anuncio de los magos, — la consulta del rey idumeo a los doctores de la ley, por las malas relaciones entre los doctores judíos y el rey, — la unanimidad sobre el origen del Mesías, dada la pluralidad de opiniones sobre su persona, — el caprichoso comportamiento de la estrella, — la desaparición sin rastro de los magos en el resto del evangelio (de ser histórica su presencia, etc.), — la falta de interés de los judíos por sucesos tan notorios; en Le — el parentesco de Jesús y Juan Bau­ tista, silenciado en toda otra fuente y desconocido por Juan (1, 31) lo que resultaría imposible, — la fecha del censo de Quirino que, en relación con el viaje a Belén, problematiza la historicidad de éste. El nacimiento de Jesús en Belén, aducido por los dos evangelistas, sigue creando serias dudas a los críticos (cf. Jn 7, 27. 42 (127)». Todo esto no son argumentos de «mucha cautela» ni «pruebas positivas». No son más que las afirmaciones aventuradas de quienes enfocan los evangelios desde el prisma de su propia crítica. De todas estas dificultades no se sigue ni un solo argumento necesario: «non cogent». La turbación de Jerusalén al anuncio de los magos, ¿qué tiene de imposible en el contexto histórico relatado por los evangelis­ tas? La falta de control de Herodes sobre el viaje de los magos, ¿por

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