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164 R IC A R D O M A R IM O N B A T L L O hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación» (DV, 11). Y ello lo hace recogiendo los anteriores decretos del concilio de Trento 18 y la doctrina de San Agus tín 19 y Santo Tomás 20. No pongamos limitaciones donde no las hay. «Todo» lo que Dios quiso consignar para nuestra salvación, sea de la índole que sea, incluso física o histórica. No se puede excluir nada de lo que el autor sagrado intentóconsignar como revelado por Dios para estos fines. Por ello Benedicto XV en su encíclica Spiritus Pani elitus ya hizo hincapié sobre ello21. ¿En virtud de qué razón se podría negar, por ejemplo, la creación del universo en el tiempo, o muchos de los milagros que aparecen en el AT? ¿Sólo por ser hechos «físicos» o «históricos»? Pero, además, el concilio insiste explícitamente en el carácter his tórico de los evangelios, como lo había hecho también poco antes la instrucción Sancta Mater Ecclesia de la Pontificia Comisión de Estu dios Bíblicos afirmando: «La santa Madre Iglesia, firme y constante mente, ha creído y cree que los cuatro referidos evangelios, cuya his toricidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos» (DV, 19). Y aunque admita la diversidad de hechos consignados por los evangelistas o hasta sus distintas síntesis y expli caciones, sostiene sin posibilidad de interpretaciones diversas, que lo hacían «de tal manera que nos comunicaron la verdadera verdad acerca de Tesús», ita semper ut vera et sincera de Jesu nobis communicarent (DV, 19). Sin embargo, el P. Scheifler se agarra al ya tan jaleado caso Galileo y cree que con la concepción virginal de Cristo también podría ocurrir que en siglos venideros se viera claro que no se trata de una materia «perteneciente a la fe». Scheifler da como indiscutibles todos los argu mentos y objeciones que él nos ha presentado, y por supuesto pres cinde del magisterio eclesiástico desde los apóstoles hasta hoy, que nos presenta y ha presentado siempre como una verdad revelada por Dios 18. Concilio Tridentino, ses. 4, De canonicis Scripturis, Detiz-Schon 1501 (783). 19. Gen. ad Litt., 2, 9, 20: PL 344, 270-271; Epist. 82, 3: PL 33. 277- CSEL 34, 2, 354. 20. De Veril., q. 12 . a. 2 c. 21. Litterae Encyclicae «Spiritus Paraclitus», en AAS, 15 sept. 1920, 385-422; Ench. Bibl., n. 467-471.
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