PS_NyG_1980v027n001p0147_0167

158 R IC A R D O M A R IM O N B A T L L O que dejar a su madre al cuidado del discípulo amado y no a los demás supuestos «hijos» de María y «hermanos» de Jesús está también plenamente de acuerdo con el matrimonio virginal de María y José. Por consiguiente, no hay fundamento para afirmar la «ignorancia» de la concepción virginal en los evangelios y en el Nuevo Testamento. Se pregunta el P. Scheifler: «Si la concepción de Jesús, sin pater­ nidad humana, fue real y conocida, ¿no lleva consigo una como nece­ sidad de ser manifestada, máxime si puede servir de apoyo al mesia- nismo y divinidad de Jesús? Y de ser real, ¿cómo puede quedar igno­ rada, sobre todo tras la resurrección...?». Pues por la sencilla razón de que era más evidente y conocido el argumento de la resurrección que el de la concepción virginal. La concepción virginal, tal como aparece en Le, no fue más que para preservar y honrar la virginidad de María, que ella había ofrecido y consagrado a Dios. Cierto que Dios la había anunciado anteriormente por el profeta como señal de salvación. Pero como dice Santo Tomás ü, el Nuevo Testamento no se hizo para cumplir el Antiguo, sino que el Antiguo se hizo para anunciar el Nuevo. Por tanto la concepción virginal no se hizo para cumplir la profecía, sino la profecía para anunciar aquella concepción virginal. Y ésta era algo que de suyo ocurriría sólo en la intimidad de la Anunciación, entre María, el Angel y Dios. Dios, sin embargo, quiso también revelarla a los hombres por no leves indicios en muchos lu­ gares de la Escritura y expresamente por Mt y Le. Por tanto, P. Schei- fller, «no quedó en secreto», sino que ocupa su lugar debido en la Escritura. Cree el P. Scheifler que la dificultad del silencio e ignorancia de la concepción virginal se encuentra incluso en el resto de los mismos evangelios de Mt y Le y que todo este resto es más antiguo que los relatos de la infancia. Pues bien, aun en tal caso no habría dificultad. Podría, como dice el P. Scheifler, haber introducido los relatos de la infancia alguna «última mano», sin ajustar y corregir luego el resto de los evangelios (— ¡?— ). Pero aun ello no probaría nada en contra del valor de la inspiración divina de esta última mano, idéntico al de las primeras, si admitimos la inspiración de toda la Escritura tal como la acepta la Iglesia. Pero no es fácil probar que estos evangelios hayan sido corregidos por esa «última mano». Veámoslo. Dice el P. Scheifler que todo el capítulo 2.° de Le «procede como 11. Super Mattbaeum, ad 1, 2 3 , T o r in o 1 9 5 1 , n . 150.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz