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R E L E C T U R A Y D IA L O G O CON E L A U T O R . 157 hablar de ella? Creemos que no. Si Vd. dice que Pablo no habla de la concepción virginal de Cristo, estamos de acuerdo. Si Vd. dijera que habla de su concepción y nacimiento ignorando que hubiera sido virginal, sería otra cosa. Pero no es éste el caso. Ignorar es no saber una cosa que se tiene que saber, o hablar de una cosa expresamente sin saber o decir lo que obviamente se tendría que saber y decir. Pero Pablo no relata en modo alguno la concepción de Cristo. Sin embargo admitimos la posibilidad de una alusión a la concepción virginal de Cristo en Gal 4, 4, «hecho de mujer». Por lo demás nadie puede negar en San Pablo una exaltación de la virginidad sobre el matrimonio... (cf. 1 Cor 7, 25-38). Que Me no habla tampoco de la concepción virginal de Cristo, ¿y qué? Nos basta con que hablen de ella Mt y Le. Además, tampoco faltan indicios de que Me pudiera suponer que Jesús no era hijo carnal de San José, pues cuando Mt habla del «hijo del carpintero» (13, 55), Me habla sólo del «hijo de María» (6, 3), como han hecho notar algunos. En cuanto a Jn el mismo P. Scheifler conoce la verosimilitud de que algunos manuscritos hagan referencia a la concepción virginal de Cristo en el «no por voluntad de varón, sino nacido de Dios» (1, 13). Pero él lo califica de «pretensión» y afirma que fue «corregido el original». No nos parece que eso esté demostrado. Las continuas alu­ siones de Cristo a su Padre Dios (Jn 5, 17-18 et passim), no puede negarse que sintonizan perfectamente con su concepción virginal. El mismo versículo antes citado (Jn 1, 13) tiene su propio valor10, que además se confirma por la fuerza del versículo siguiente: «Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros» (Jn 1, 14). «Acampó» o «ha­ bitó» o como se quiera, pero «eskéenoosen», concuerda más con una concepción virginal que con una ordinaria como la de los demás hom­ bres. Que Jn tiene en su mente los textos proféticos del Antiguo Testamento a que hacen referencia Mt y Le es más que posible. Serían sus auténticas «falsillas» a las que no se refiere quizá por la falta de interés de sus destinatarios. Pero en un judío como San Juan no puede menos de suponerse el conocimiento de aquellos mismos textos que preocuparon a Mt y Le. Por lo demás, como ya habían notado algunos eminentes mariólogos, el hecho de que Jesús hubiera tenido 10. Véase I. de la P otterie , La M ère de Jésus et la concep itoti v irg i du F ils de D ieu . E lu d e de Théo log ie jóbann ique, en Marianum XL (1978) 41-90.

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