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128 ED U ARD O M A L V ID O nos» Sea de ello lo que fuere, lo indiscutible es la referencia a Cristo que conlleva el apelativo de «cristiano». Podemos citar, así mismo, algún que otro testimonio proveniente de la literatura extracristiana. De los pocos testimonios que se pueden aducir y de lo poco que dicen se salva por lo menos el precioso dato de que el cristianismo tiene que ver con una persona concreta, histó­ rica, con el Cristo, aunque esos escasos testimonios consideran el título «Cristo» como si fuera nombre propio. Así el historiador Tácito escribe en los años 116/117 lo que sigue: «Para cortar de raíz este rumor [de que Nerón había incendiado Roma], pretextó unos culpables: personas odiadas por sus delitos y a quienes el pueblo llamaba cris­ tianos. Y los entregó a los más refinados castigos. El fundador de este nombre, Cristo, había sido ejecutado, bajo el gobierno de Tiberio, por el procurador Pondo Pilato. Pero la corruptora superstición, reprimida por el momento, volvió a resurgir no sólo en la región de Judea, donde había nacido aquella perdición, sino también en la ciudad de Roma, adonde confluyen y encuentran aceptación cuantas cosas hay bárbaras y escandalosas» 2. De todo lo dicho hasta aquí podemos concluir con estas palabras de Hans Küng: «¿Qué es lo peculiar del cristianismo? La respuesta inmediata, no más que bosquejada, pero adecuada y exacta, tiene que ser ésta: según el testimonio de los orígenes y de toda la tradición, tanto de los cristianos como de los no cristianos, lo peculiar del cris­ tianismo es — y ya se verá cuán lejos está esta respuesta de ser trivial o tautológica— ese mismo Jesús al que en las lenguas antiguas y modernas se le llama Cristo»3. Pero la conclusión precedente no nos soluciona de modo claro la pregunta sobre lo primordial y lo específico cristiano. En efecto, las concepciones acerca del significado de Jesucristo son muchas y a veces enormemente divergentes. ¿Cuál es el Jesucristo auténtico? ¿ Qué con­ tenido abarca la realidad Jesucristo ? ¿Qué se esconde tras la afirmación de que Jesús es el Cristo? Para encontrar al genuino Jesucristo no tene­ mos más remedio que recurrir al testimonio del Nuevo Testamento. Los escritos de los primeros cristianos constituyen el criterio decisivo a la hora de conocer la imagen real de Jesús de Nazaret. El escepti- 1 . 11 , 26. 2 . Anales 15, 44. 3. Ser cristiano, Madrid 1977, 150.

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