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126 ED U ARD O M A L V ID O La investigación sobre lo específico cristiano puede proporcionarnos una segunda ventaja: la de patentizar la diversa jerarquía de valores que existe dentro de nuestra fe. En la confesión de fe cristiana no todo tiene la misma importancia. Hay dogmas mayores, dogmas menores y dogmas mínimos. Por no tener presente este hecho, a veces se ha de­ sorbitado el alcance de ciertas herejías, se ha exagerado la defensa cristiana de ciertos puntos del dogma, al par que no se ha subrayado debidamente el carácter decisivo de otros dogmas. No se trata de pro­ pugnar ahora ningún relativismo dogmático, sino de jerarquizar y «or­ ganizar» el contenido cristiano por su orden de importancia. Hacién­ dolo nos ahorraremos muchos traumas inútiles, muchas reacciones des­ piadadas, muchas lágrimas innecesarias, y ganaremos en dedicación a lo que realmente cuenta e importa. El cristiano tiene que dar, cierta­ mente, cuentas explicativas de su fe, tiene que saber «dar razón de su esperanza», lo que no se identifica necesariamente con elucubracio­ nes brillantes pero de dudosa validez, con retoques reflexivos de de­ talle, con suposiciones cargadas más de buena voluntad que de autén­ tica revelación, con aportaciones de escuelas teológicas de indiscutible mérito, etc. Relacionadas con las dos anteriores ventajas, podemos presentar otras dos ventajas más que derivan del estudio de lo específicamente cristiano: una es de interés apologético y la otra es de interés ecumé­ nico. En cuanto a la ventaja de orden apologético, no hay duda de que el problema de credibilidad de la fe cristiana se centra así mucho más y se cuestiona más vivamente en lo fundamental (es la única ma­ nera de evitar que temas marginales como el del infierno, la confesión auricular, los curas... se conviertan en barreras insalvables para algunos en su acercamiento a la fe cristiana). En cuanto a la ventaja relacionada con el ecumenismo, también resulta indudable que el diálogo de las diferentes confesiones de fe gana en claridad y en fuerza decisoria de cara a la unificación de todas las iglesias cristianas. I. Lo ESPECÍFICAMENTE CRISTIANO ES JESUCRISTO Todo proclama que la especificidad cristiana radica en Jesús de Nazaret, reconocido como el Cristo. Los textos sagrados del Nuevo Testamento comienzan en su nom­ bre, se centran ya en él desde el principio : «Genealogía de Jesucristo», empieza diciendo Mateo; el siempre sobrio evangelio de Marcos se

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