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¿Q U E E S 1.0 E S P E C IF IC A M E N T E C R IS T IA N O ? 143 III. R e s p u e s t a s id e o l ó g ic a s s o b r e lo ESPECÍFICO CRISTIANO Decir que el cristianismo se define por todo lo bello, lo bueno y lo verdadero que existe en el mundo es soltar una frase demasiado general y discutible. Afirmar que la religión cristiana es la más percfecta de todas las religiones, la doctrina más completa y equilibrada, es también hablar en términos muy vaporosos e indiscriminados. Sostener que la fe cristiana se caracteriza por su convencido amor al prójimo, por su fraternidad universal... equivale a decir tanto que no se sabe por dón­ de empezar a dialogar. La «generalidad», sin embargo, no es el aspecto más censurable de éstas y de otras similares formulaciones definitorias del hecho cristiano. En esas declaraciones abstractas, aun es peor la ambigüedad que comportan, ya sea en su significación ya en su aplica- bilidad. Tomemos, a modo de ejemplo ilustrativo, la afirmación de que en el cristianismo el amor al prójimo es el deber más inculcado. ¿De qué amor se trata? ¿Quién es mi prójimo? Ese deber, ¿lo han cumplido los cristianos de todos los tiempos? ¿Todos los cristianos? ¿Con la misma escrupulosidad? ¿Con idéntica calidad? La definición del cris­ tiano como la religión del amor no está nada clara ni nos resuelve gran cosa. ¡Cuántas atrocidadades no se han cometido amparándose en ese amor! ¡Cuántas manipulaciones y tergiversaciones del autén­ tico amor cristiano! ¡Cuántos comportamientos que en tiempos pasa­ dos fueron juzgados dignos de ese amor se han evidenciado más tarde como vituperables! Los principios, los conceptos, las normas... no tienen ni la fuerza atractiva ni la precisión de contorno de las figuras reales, de los rostros humanos, de las vidas de personas concretas. Lo que en un principio suena a cristiano puede fácilmente terminar siendo algo anticristiano, aun cuando parezca continuar vigente y fresca la impronta cristiana. Esto no sucede cuando lo específico cristiano se hace consistir en una realidad determinada, por ejemplo, en Jesús de Nazaret. En la persona y vida de Jesús, el amor toma tonalidad precisa, aspecto identificable, concreción inconfundible. Por lo dicho, todas esas definiciones de la esencia del cristianismo hechas a base de ideas o sistemas de ideas, a base de principios o ar­ ticulado completo y jerarquizado de axiomas, a base de directrices nor­ mativas o código de leyes, se nos antojan insuficientes, desorientadoras e inadecuadas.

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