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tencia está justamente en nuestro concepto de un Dios ahistórico, in­ mutable, trascendente, un concepto troquelado por la filosofía griega. Como dice H. Küng: «¿De dónde procede esa tendencia hacia la im­ pasibilidad de Cristo? La contestación es la siguiente: Del principio fundamental de la impasibilidad de Dios mismo. ¿Y de dónde viene el principio de la impasibilidad de Dios? Aquí habrá que dar la razón a W. Elert, que, sobre todo en su capítulo titulado El Cristo paciente, imagen y dogma, nos ha proporcionado la investigación más profunda sobre este problema. Según él, el principio de la impasibili­ dad de Cristo en los comienzos de la teología cristiana no se funda propiamente en la Escritura, sino que, más bien, es adoptado como un axioma evidente, tomándolo de la doctrina platónica sobre Dios. Tras la imagen de Dios se ve con demasiada frecuencia 'la faz inmóvil e impasible del Dios de Platón, retocado con algunos rasgos de la ética estoica’» 9. Aún hoy en día, la concepción griega sobre Dios se revela pujante en los diversos campos de la vida cristiana: en teología, liturgia, arte, devociones, decretos conciliares... Lo específico cristiano aparece así falseado porque el Cristo que se presenta en su esplendor divino no está visto desde la historia de Jesús de Nazaret tal como nos lo pre­ senta el Nuevo Testamento, sino que responde a una visión de Cristo contemplado desde la perspectiva abstracta y pobre, en el fondo, de la mentalidad filosófica griega. La segunda respuesta insuficiente es aquella que hace consistir lo primordial cristiano en lo histórico de Jesucristo, en aquellas categorías de Cristo detectables y verificables en las coordenadas del tiempo y del espacio. Es el Jesús modelo de todos los hombres, líder de los jóvenes, bandera de todas las causas sociales, políticas y culturales, superestrella de irradiación hechizadora, cifra de las esperanzas huma­ nas, etc. Llama la atención el poder de atracción y de convocatoria de Jesús de Nazaret. Ahora mismo, cuando tantas modas pasan, la figura de Jesús se mantiene viva en el ánimo y fervor de las gentes. También llama la atención la diversidad que se observa entre las personas y movimientos entusiastas del personaje de Nazaret. La diversidad apun­ tada da cita, a veces, en su interior a las corrientes más opuestas. Así, enrte los seguidores, se puede contar a ciudadanos comprometidos ¿Q U E E S LO E S P E C IF IC A M E N T E C R IS T IA N O ? 139 9 . La encamación de Dios, B a rcelon a 197 4, 68 9 .

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