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136 ED U AR D O M A L V ID O con las fuerzas de ocupación y la segura intervención del poder ro­ mano?» s. Vemos, por tanto, cómo la muerte violenta del Señor, lejos de apar­ tarse de la densidad de lo histórico, nos afianza en la consideración histórica de Jesús de Nazaret. No sólo guarda coherencia con la pre­ dicación de Jesús sobre el reinado de Dios, sino que refuerza y con­ solida la muy probable historicidad de aquélla. Nuestro concepto de la divinidad del Resucitado debe, como decía­ mos, guiarse por la historia concreta de Jesús y debe explicarla sin atenuantes ni comentarios en tono simbólico. Incluso ha de ponerse de relieve la compatibilidad y «conveniencia» que existe entre el Dios cristiano y el acto tan humillante y escandaloso de la muerte de Jesús en la cruz. El Dios cristiano se caracteriza y aventaja a cualquier otra concepción de Dios porque precisamente El, y sólo El, es capaz de avenirse con lo histórico, con lo caduco, con lo débil, con lo despre­ ciable, con lo rechazado, con lo abyecto... y salir, al final, vencedor. Sólo la omnipotencia del Dios cristiano sabe superar la debilidad y la muerte, haciéndose El mismo débil y mortal. Hasta esto no llega el poder de los otros dioses ideados por el hombre. Si hemos de entender la divinidad de Jesucristo desde su historia y, sobre todo, desde su pasión y muerte, recordemos asimismo que debemos leer la historia de Jesús (sin deshistorizarla por supuesto) a la luz del Cristo de la resurrección. A partir de las experiencias pascuales, los discípulos ven a Jesús lleno del Espíritu santo, en comunión íntima con Dios su Padre, sen­ tado a su derecha, constituido en juez supremo y establecido como criterio decisivo de salvación y de condena. Es cierto que los documen­ tos del Nuevo Testamento retrotraen la manifestación de la divinidad de Jesús resucitado al periodo prepascual e incluso la sitúan en la eternidad, antes de toda existencia histórica (preexistencia del Verbo, de la Sabiduría de Dios). ¿Significa esto que Jesús era Dios de la misma manera antes que después de la resurrección? Creemos que la respuesta no puede ir más allá de la afirmación de la realidad divina fundamental de Jesús. Según se considere al Jesús prepascual o al Jesús pospascual, se dan diferencias en cuanto al modo existencial y las repercusiones históricas, pero nunca esas diferencias son tales que anulen la precedente afirmación de que la identidad personal del Cru­ 8. O. c., 42 6 .

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