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¿Q U E E S LO E S P E C IF IC A M E N T E C R IS T IA N O ? 135 en la Jerusalén de las autoridades religiosas? ¿Cómo tuvo la osadía de pretender purificar el templo como acto preparatorio precisamente de los días últimos, escatológicos? ¿Cómo cometió la imprudencia de sentarse a comer con la gente repudiada por la Ley? Es muy probable, además, que este carácter revolucionario de su predicación y vida le hiciera pensar a Jesús en un final trágico. Las predicciones relativas a su pasión y muerte, que aparecen al principio y a lo largo de los evangelios así nos lo hacen creer. Todo ello es resultado lógico de los dichos y hechos públicos de Jesús. Escuchemos estas palabras de H. Küng, quien después de con­ trastar la muerte prematura y bochornosa de Jesús con la muerte tar­ día y gloriosa de otros fundadores de religiones, como Moisés, Buda, Confucio y Mahoma, añade lo siguiente: «Teniendo en cuenta la tota­ lidad de los evangelios (no atendiendo sólo a la historia de la pasión, ya que ésta no es comprensible más que en el contexto de aquellos), resulta claro por qué la cosa hubo de llegar tan lejos, por qué Jesús no murió de infarto o por accidente, sino que fue matado. ¿O acaso la jerarquía debía haber dejado vía libre a este radical, que anunciaba la voluntad de Dios sin aval ni justificación, en razón de su propia autoridad? ¿A este maestro de falsedad, que minimizaba la Ley y el orden religioso-social entero, confundiendo al pueblo política y religio­ samente ignorante? ¿A este falso profeta, que profetizaba la destrucción del Templo y relativizaba todo el aparato cultual, sembrando inseguridad en los tra­ dicionalmente piadosos? ¿A este blasfemo contra Dios, que en un amor sin fronteras ha escogido como seguidores y amigos a personas sin base religiosa y moral, a los transgresores de la Ley o que ni siquiera tienen ley; que en una solapada hostilidad hacia la Ley y el Templo, convirtién­ dolo en el Dios de los sin Dios y sin esperanza y que en una arrogancia inconcebible se ha atrevido a usurpar los derechos soberanos y exclusi­ vos de Dios, concediendo y garantizando personalmente el perdón de los pecados? ¿A este seductor del pueblo, que constituye en persona una provo­ cación sin precedentes a todo sistema social, un desafío a la autoridad, una rebelión contra la jerarquía y su pensamiento teológico, todo lo cual puede traer como consecuencia no sólo confusión e inseguridad, sino, lo que es más grave, tumultos, manifestaciones y hasta una in­ surrección popular que desencadenaría forzosamente un gran conflicto

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