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114 LEONARDO BOFF pertenecen a este mundo. Ellas constituyen los 2 /3 de los pobres y explotados como combustible del proceso productivo del mundo mo derno. En América latina así lo han constatado los obispos en Puebla: «La brecha creciente entre ricos y pobres es un escándalo y una con tradicción con el ser cristiano (n. 28); «el más devastador y humi llante flagelo» (n. 29). Y esta pobreza no constituye «una etapa casual, sino es el producto de determinadas situaciones y estructuras económi cas, sociales y políticas» (n. 30). Por tanto, la pobreza no es inocente, sino que es producida mediante un proceso de explotación y perma nente violación de la dignidad del trabajo y de la persona de los obre ros. Lo que se constata es el siguiente cuadro: por una parte la ten dencia a la modernización, con fuerte desarrollo económico, urbani zación, tecnificación de las estructuras productivas; por otra, la ten dencia a la pauperización y creciente exclusión de las grandes mayorías de la vida productiva, de los bienes y servicios de la sociedad. Estas tendencias contradictorias favorecen — y Puebla lo reconoce explíci tamente (n. 1203)— la apropiación, por una minoría privilegiada, de la mayor parte de la riqueza, generando, por otro lado, la pobreza de las grandes mayorías con la conciencia de su exclusión y del bloqueo de sus crecientes aspiraciones de justicia y de participación. Así emer ge «un conflicto estructural grave» (n. 1209) de una riqueza inicua que se hace a costa de una pobreza humillante. Esta situación de injusticia obliga a la Iglesia a definir su lugar social. La gran intuición de Medellín, reasumida con mucha más con creción por Puebla, fue comprender que la Iglesia no debe encarnarse simplemente en el mundo sino en el sub-mundo de los pobres4. El gran reto que las contradicciones sociales lanzan a la conciencia cris tiana en América latina es: cómo ser verdaderamente cristiano en un mundo de pobres y miserables. Los obispos han sabido anunciar: sola mente podemos ser verdaderamente cristianos si vivimos una fe libe radora en un compromiso con los pobres. Puebla lo afirma claramen te: «sustentamos la necesidad de conversión de toda la Iglesia para una opción preferencial por los pobres en el intuito de su integral liberación» (n. 1134). Y «esta opción es exigida por la escandalosa realidad de los desequilibrios económicos de América latina, y debe llevar a establecer una convivencia humana digna y a construir una sociedad justa y libre» (n. 1154). 4. Cf. I. Proaño, Pour une Eglise libératrice , Paris 1973, 133-148.
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