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EL FRUTO MEJOR DE LA TEOLOGIA. 113 liberación en el centro de la evangelización y de la actividad de la Iglesia en el mundo. a) Una Iglesia encarnada en el sub-mundo Para entender en su exacta acepción la opción preferencial por los pobres es importante considerar la evolución de la conciencia de la Iglesia desde el Vaticano I I 3. En los últimos siglos, hasta el Vatica­ no II, la Iglesia se entendía, primordialmente, como una realidad fuera del mundo, pero con una misión clara para el mundo. Ella se con­ sideraba la única portadora de la salvación (fuera de la Iglesia no hay salvación) y del proyecto del reino. Para salvarse, el mundo debía pasar por la mediación de la Iglesia. A raíz de esta comprensión, se produjo un vasto proceso de eclesiastificación del mundo mediante el heroico trabajo misionero en todos los continentes. Con el Vaticano II, la Iglesia se ha dado cuenta de que no está fuera del mundo, sino, como ya anuncia en el mismo título del docu­ mento más significativo de dicho concilio (Gaudium et Spes), «la Igle­ sia dentro del mundo de hoy». Más que instrumento exclusivo de sal­ vación, la Iglesia es el signo oficial y público de la salvación universal ofrecida como don a todos los hombres de todos los tiempos. Lo específico de la Iglesia no es tanto traer la salvación a un mundo sin salvación (ella es un instrumento privilegiado, pero no exclusivo), sino ser sacramento-signo de la salvación presente dentro de la historia, en­ tendida como historia de la salvación. Esta postura favoreció una lectura teológica de las realidades terrestres, como también portadoras del designio del Reino y una apertura hacia los movimientos históricos que buscan la humanización de la vida. Por eso, en la constitución Gaudium et Spes son valoradas la ciencia, la técnica, el trabajo, el esfuerzo político, en fin, las realidades de este mundo en cambio. Con Medellín se ha avanzado un paso más. La pregunta básica es ésta: ¿Dentro de qué mundo debe estar la Iglesia? El mundo no es una realidad homogénea; en él hay rupturas y una brecha enorme pasa entre países ricos y países pobres. Cuando el Vaticano II habla del «mundo», piensa inconscientemente en el mundo moderno, científico- técnico, mundo de las clases burguesas. Pero las grandes mayorías no 3. Cf. R. M u ñ o z , Nueva conciencia de la Iglesia en América Latina, Sala­ manca 1974; L. B o f f , Mission et universalité concréte de l’Eglise, en Lumière et Vie 1978, n. 137, 33-52. 8

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