PS_NyG_1980v027n001p0087_0107

94 DOMINGO J. MONTERO La auténtica conversión se da cuando el hombre no confía ya en sí mismo ni quiere operar su salud por sus propias fuerzas, sino que deja de mirar a sí y confía audazmente en Dios y de El espera todo bien. El reconocimiento por parte del hombre de su incapacidad sote- riológica supone la posibilidad de recibir la salvación de Dios como gracia. No se está postulando con esto una delegación de responsa­ bilidades, una alienación en la exterioridad (Dios es más íntimo al hombre que el hombre mismo), sino una descentralización egoísta que descubra al hombre (revelación) su dimensión relaciona!14. La conversión como renuncia a la injusticia (adikía) El convertido ha de redimensionar todo el sistema de relaciones per­ sonales con Dios, con los hombres y consigo mismo, para rescatarlo de infiltraciones y tergiversaciones egoístas. Una exigencia fundamental de la conversión es la práctica de la justicia, entendida no sólo como justicia distributiva, sino, sobre todo, como programa de vida: «caminar en la presencia del Señor», con to­ das las implicaciones de esa opción. En efecto, justicia es una categoría central entre las más densas de sentido en la Biblia; pertenece a la vez al orden jurídico, al moral y al religioso. En cuanto atributo de Dios es fundamentalmente «sal­ vación» (Jue 5, 11). Al indigente no le basta una justicia distributiva; necesita una justicia creadora del ser mismo. En esa radicalidad, se sitúa la justicia de Dios con respecto a la criatura. La justicia de Dios está en la urgencia, inscrita en cada indigencia, de conseguir lo que le es debido para ser en plenitud. No es sólo justa distribución, es tam­ bién compasión, fidelidad, bondad, ayuda, amor y todo lo necesario para acercar al hombre a su debida integridad 15. En cuanto vocación del hombre, consiste en su justa relación con la creación y particularmente dentro de ella con el hombre, y con el Creador. Es, pues, un término de relación interhumana (Is 16-17 = Le 6, 36-38), intercreatural (Is 11, 5-9 = Rom 8, 18-26) y del hombre con Dios (Is 1, ll-20 = Mt 7, 21-23). Convertirse significa «volverse» 14 . Aquí encuentra sentido el tema de la pobreza como disposición privile­ giada para acceder al Reino. Cf. M. V a n s t e e n k is t e , L’ani el l’anaw dans l’AT, en Divus Tbomas 5 9 (1 9 5 6 ) 3 -1 9 ; A. G é l in , Les Pauvres de Yahvé, Paris 1 9 5 4 ; G . F e u il l e t , La béatitude de la pauvreté, en Vte Spirituelle 7 3 (1 9 4 5 ) 5 1 1 -5 2 7 . 15. A. G o n z á l e z , Semblanza de un profeta, Amos, en el libro Profetas verdaderos y profetas falsos, Salamanca 1 9 7 6 , 77 -9 5 .

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz