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IOS DOMINGO J. MONTERO no usando de la libertad como tapadera de la villanía» (1 Pe 2, 13-17). Existe, ante la norma, una libertad soberana, propia de los hijos de Dios: la de los que son libres en su conciencia porque están animados por la caridad. Y existe la libertad de los rebeldes: la de aquellos que son vencidos en su conciencia, pues todo lo que no procede del amor es pecado (cf. Rom 14, 23 )3S. El «ethos» de la tradición sinóptica se caracteriza por el entramado de radicalización y relajación de la norma. Al lado de interpretaciones radicales se encuentran otras de un talante más liberal. Si relajación y radicalización se refiriesen a ámbitos nor­ mativos distintos no dejaría de ser más que un índice de sus opciones preferenciales. «Pero esta interpretación falla cuando las mismas nor­ mas se radicalizan y relajan, cuando la radicalización de la norma se convierte dialécticamente en relajación de la norma. Cuando queda claro que todo hombre tiene que resultar culpable ante la norma radi­ calizada, toda autojustificación moral viene a ser forzosamente hipocre­ sía. Si el adulterio empieza en cuanto uno reacciona eróticamente ante otra mujer, ¿quién tendrá derecho a arrojar la primera piedra en caso de adulterio manifiesto? Si la ira y el crimen están al mismo nivel, ¿quién podrá resistirse a reencontrar sus propios instintos en el cri­ men? ¿No tiene que aparecer el enemigo como hermano?... ¿No estará tergiversado el sentido de la norma ética cuando se utiliza como instru­ mento de agresión moral? En el movimiento de Jesús alborea el gigan­ tesco reconocimiento de que el prójimo es más que la moral» 36. El cristiano no es un pneumático radical; es un ciudadano situado en un contexto, del que recibe inteligibilidad y al que debe respeto. Su peculiar situación ante la ley reside en la motivación: no se siente 35. El códice D presenta, como conclusión al relato de las espigas arrancadas en sábado, el siguiente texto en lugar de Le 6, 5: «El mismo día vio a un hom­ bre que realizaba un trabajo en sábado. Entonces le dijo: « ¡Oh hombre! Si sabes lo que haces, eres feliz. Pero si no sabes lo que haces, eres maldito y un tras- gresor de la ley». Lo que puede interpretarse: «Si has entendido por qué que­ branto yo el sábado, curando al hombre de la mano seca (Me 3, 1ss.); a la mujer encorvada (Le 13, 10 ss.), al hidrópico (Le 14, 1ss.); si tú rompes el sábado para ayudar a alguien; si tú has comprendido que para los hijos de Dios por encima de todos los mandamientos está el del amor, entonces eres feliz. Pero si tú no lo sabes, si no eres consciente del poder para realizar esa transgresión; si piensas que permito a mis discípulos desacralizar el día de fiesta y violar las ordenaciones sagradas a la ligera; si obras por ligereza y frivolidad, entonces eres maldito y trangresor de la ley, eres reo de muerte, has merecido ser lapiado», en Palabras desconocidas de Jesús, Salamanca 1976, 67. 70 de J . J e r e m ía s . 36. G. T iie is s e n , o . c ., 76.

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