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96 DOMINGO J. MONTERO La simple formulación resulta ambigua. Del carácter de los escritos neotestamentarios no puede extraerse una sistemática moral. Cada uni­ dad tiene sus peculiaridades: no es igual la concepción moral de los escritos paulinos que la de la carta de Santiago; la de los sinópticos que la del cuarto Evangelio, por ejemplo. Con estas líneas intento detectar el «genio», la tonalidad en que se escribirá la polifonía moral del Nuevo Testamento. Consciente de no ser exhaustivo — tampoco lo pretendo— me limito a señalar tres claves desde las que es posible hacer una lectura homogénea de los datos neotestamentarios al respecto: interioridad, coherencia y radicali- dad 1S. Interioridad Frente a la moral farisaica, demasiado preocupada por la exterio­ ridad del cumplimiento y la fuerza justificadora de la praxis, Jesús des­ plaza el centro de interés hacia la interioridad y gratuidad de la sal­ vación — intuición ampliamente desarrollada por Pablo— . Una moral formada sobre la exterioridad no permite valorar la categoría moral de un individuo. Jesús privilegia la interioridad porque: — es el dinamismo de la exterioridad (Mt 6, 1-18; Me 7, 15), — encierra en sí mayor radicalismo (Mt 5, 27), — aporta inteligibilidad a la exterioridad, rescatándola del equí­ voco (Me 13, 41-44), — impide que el acto externo sea erigido, unívocamente, en criterio de pecado o de virtud (Mt 15, 1-10; Le 13, 1-3). La interioridad no excluye el complemento del acto externo; tiende hacia él, pero no se agota en él. Ambas dimensiones han de aparecer en interacción vital. Las escisiones dicotómicas propugnadas por una moral docetista no pueden justificarse en el evangelio. Las opciones del cristiano maduran en el silencio, pero no pueden quedar silenciadas. Jesús al establecer la interioridad como elemento decisivo, no pretende repudiar el valor de la exterioridad. Esta es cargada de sentido al ser elevada a la categoría de «testimonio». El cristiano no está llamado a ser un hombre de «buenas intenciones», sino de «buenas obras». De ahí una segunda nota: N otas de la moral neotestamentaria 18. M. V idal, Moral de actitudes, t. II, Madrid 1977, 125-134.

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