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U n a m o r a l c e r c a d e l E v a n g e l i o El título colocado a estas reflexiones no carece de intención; no se trata de la moral del Evangelio. Hoy se escribe mucho sobre las rela­ ciones entre evangelio y moral. No pretendo entrar directamente en esa problemática, sino orientar en el desciframiento del talante moral neotestamentario. No obstante, a modo de frontis, considero oportunas unas puntua- lizaciones, muy sumarias, sobre el problema. E l s í y e l n o d e l c r is t ia n is m o a l a m o r a l 1 Pretender que una fe, un credo, una religión (tendríamos que pre­ guntarnos, y sobre todo respondernos, hasta qué punto el evangelio es una religión) subsista sin una praxis que la autentifique, la confiera identidad y credibilidad, es una expectativa utópica y desmesurada. O se verifica en concreciones visibles o, si no, pasa a la dimensión de lo inútil, carente de vida y credibilidad. La pregunta por las relaciones entre moral y cristianismo es una pregunta por la identidad cristiana en su nivel concreto, práctico, vital. ¿Es el cristianismo reductible a un sistema moral? Hoy es univer­ salmente compartida la opinión de que el cristianismo no es reductible ni identificable con un sistema moral. Ante todo porque al cristianismo le es más connatural la actitud religiosa del encuentro con alguien que la actitud moral de la autoperfección; la de la apertura aDios, que la de un modo de pensar filosófico o ético2. Etica y religión, por la diversidad de sus contenidos, tendencias y motivaciones, no son conceptos convertibles. Aranguren delinea los horizontes de ambos con gran precisión: «Entendemos por actitud ética el esfuerzo activo del hombre por ser justo, por implantar la justicia. 1. R. L a r r a ñ e t a , Una moral de felicidad, Salamanca 1979, 290-299. 2. M. O r a is o n , Una inórale pour nolre temps, Paris 1964, 25.

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