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66 ENRIQUE RIVERA comunión de vida. Esta comunión de vida en plenitud se la dio el mensaje cristiano. L. Coimbra, en un momento de suprema reflexión, lo aceptó en toda su integridad 12. d) En plenitud de alegría En un análisis fenomenológico de los grandes sentimientos huma­ nos la alegría se muestra siempre vinculada a momentos de plenitud. Cuando el alma humana, en ansia de vida, se halla a la vera de la fuente donde saciarse, brota de su propia entraña un profundo senti­ miento de satisfacción que elimina toda sensación de declive y pone sus virtualidades en alza para realizarse en su integridad. L. Coim­ bra (filho) resume en una línea la conversión de su padre cuando la ve como un «lento ascenso de la gracia hasta la alegría triunfal» 13. Esta alegría triunfal vino a ser la secuencia de haber llegado a la meta de sus aspiraciones. Atrás quedaron las ansias de llegar y la sensación de fatiga por lo duro de los atajos. Ahora sólo gusta del oreo de la cúspide alcanzada y entona el himno de la alegría por el triunfo obte­ nido contra todo lo ruin que se opuso a la ascensión. En esta ascensión L. Coimbra (filho) distingue dos momentos bien precisos y distintos: la solicitud de Dios que apremia sembrando en el alma deseos del Infinito, y la respuesta del hombre que hace que la simiente divina no muera en la roca árida de la indiferencia. Aplica este análisis a la conversión de su padre y nota cómo en los redaños de su espíritu Dios le hizo sentir su llamada con la sed insaciable de lo Absoluto. Su padre, a su vez, lenta pero de modo indeclinable, fue ascendiendo por la empinada senda que le acercaba siempre más al encuentro definitivo con la verdad. Es muy de notar que en el mo­ mento de la llegada es cuando percibe con plenitud que Cristo es el centro del cosmos. De donde L. Coimbra, ebrio de gozo ante una crea­ ción que se postra ante Jesús, exclama: «El universo fue hecho para ser cristiano y no para otra cosa» I4. El hijo recuerda en este momento a Teilhard de Chardin, sin relieve internacional todavía. Y lo recuerda para subrayar que la tesis teilhardiana de Cristo, Alfa y Omega, centro del cosmos, había sido pensada y vivida por el alma apasionada de su padre. Libre éste en Cristo, que le dio la verdad plena, halla igual­ 12. O. c.j 29-40. 13. O. c„ 55. 14. O. c.t 59.

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