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64 ENRIQUE RIVERA trágico, acosado por la duda durante años y buscando la solución de seada en la pesquisa inquieta del pensamiento libre y diligente 5. L. Coimbra (filho), evocando conversaciones de su padre y la tra yectoria perenne de su vida, juzga que la cultura fue algo accesorio en la mente del mismo. Le interesaba en cuanto buscaba por ella la respuesta a sus aspiraciones al Infinito, vibrantes siempre en su alma. En tesis precisa afirma L. Coimbra (filho): «La cultura servía a mi pa dre para satisfacer su exigencia religosa»6. La historia política del Portugal de este siglo refrenda esta tesis del hijo por cuanto en el ministerio de finales de 1921, cuando por breves meses L. Coimbra fue ministro de Instrucción Pública, puso la dimisión por no haber sido aceptado su plan de enseñanza religiosa, al menos, en las escuelas pri vadas 7. Tan en el alma llevaba el tema religioso doce años antes de su pública profesión de catolicismo. b) « Inquieutm est cor nostrum» L. Coimbra (filho) concede a Sant’Ana Dionisio que la conversión de su padre no fue súbita, sino que tuvo un largo proceso. De ello, sin embargo, no puede colegirse que no fuera profundamente religiosa. Testifica el hijo que la vida de su padre estuvo cruzada por una per manente insatisfacción que le impelía a una continua demanda de ple nitud. El conocido y mil veces comentado texto de san Agustín en el capítulo de su obertura a las Confesiones: «Hicístenos, Señor, para ti...», fue vivido largos años por este espíritu inquieto de cuya entraña surgía perennemente la inquietante pregunta por el más allá. Al evocar L. Coimbra (filho) la trayectoria de su padre en busca de la fuente que apagara su sed de eternidad, interpreta esta trayectoria como una permanente «conversión», que culminó el día en que cae en brazos de la verdad católica. En este momento utiliza L. Coimbra (filho) una expresión francesa que pone en relieve ciertos estados del espíritu del hombre como una frialdad «chez soi», que preanuncia el repelente «en soi» de J.-P. Sartre. La inercia humana en lo que tiene de más viscoso y repugnante asoma por aquí. Para L. Coimbra (filho) su padre se halló siempre al polo opuesto de este estado infrahumano del «chez soi». Una natural inquietud que, algunos interpretaron como algo hu- 5. S a n t 'A n n a D., o . c ., 41-44. 6. L. C o im b r a (filho), o. c., 14-15. 7. D. P e r e s , Historia de Portugal, 7 vols., Suplemento, Porto 1954, 353.
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