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SAN FRANCISCO EN EL PENSAMIENTO. 8b La tercera perspectiva de L. Coimbra en su «mundividéncia» pone en relieve la alegría cósmica que inunda la creación entera. San Fran­ cisco vive perennemente esta alegría. Después que queda desnudo ante el Obispo de Asís, al sentirse pendiente de modo exclusivo del Padre Celestial, prorrumpe Francisco en un canto que no cesará toda su vida. Desde entonces la alegre ternura franciscana irá haciéndose sentir a lo largo de los siglos. El pensador L. Coimbra, siente en este momento tal entusiasmo que culmina su escrito en un triunfal: Aleluya, aleluya11. Desde la historia de las ideas de nuestra cultura interesa subrayar dos influjos excepcionales ejercidos por este sentido franciscano de la alegría triunfal en contacto con la naturaleza. El primer influjo fue de efecto purificador contra las tendencias del panteísmo naturalista. L. Coimbra escribe: «En la poesía moderna el franciscanismo fue tal vez el único remedio capaz de atemperar el voluminoso y musical pan­ teísmo germánico que todo lo iba invadiendo» 71. Otro influjo hace notar L. Coimbra sobre la gran ciencia moderna. No, ciertamente sobre la ciencia positivista, pero sí sobre la que ha descubierto el maravilloso orden cósmico y lo ha propuesto en fórmu­ las matemáticas de maravillosa exactitud. El valor de esta ciencia, ligada a la metafísica y más en concreto al platonismo, es una constante en la obra filosófica de L. Coimbra. Desde el punto de vista franciscano hay que señalar que la ve surgir de los pies de san Francisco: «La ciencia moderna, escribe tetxualmente L. Coimbra, puede muy bien decir que es hija de la buena amistad franciscana del hombre y de la naturaleza: es, por lo mismo, hija del humilde pobrecillo» n . Tal im­ portancia da L. Coimbra a la sana y santa familiaridad de Francisco con la hermana naturleza a la que ama y canta como vestigio de Dios. Concluimos esta interpretación que nos da de san Francisco L. Coimbra, prescindiendo ahora de su filosofía y quedándonos tan sólo con su sentido cristiano. Este sentido cristiano le hizo vez que Fran­ cisco fue un sarmiento bíblico que nunca se desgajó de la vid, Cristo, de la que corre impetuosa la savia vivificante. Su inserción, por otra parte, a la vid, Cristo, era la expresión de su humildad perfecta. Fran­ cisco fue la rama que supo pender siempre del tronco que la alimen­ taba y la sostenía. La gracia y la alegría que rezuma la vida de san Fran­ cisco son la expansión externa de esta intensa vida en plenitud. 71. O.c., 131. 72. O.c„ 87. 73. O. c., 96. A Rússia..., 36.

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