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SAN FRANCISCO EN EL PENSAMIENTO. 81 rismo más allá de la historia, nos hacen oir esta oración del santo quien con sus manos levantadas al cielo decía: «¿Quién eres tú, dulcísimo Dios mío? Y ¿quién soy yo, gusano vilísimo e inútil siervo tuyo» 58. L. Coimbra no recuerda esta plegaria de Francisco, pero ella se halla en línea con su visión de los dos polos hacia los que el hombre puede dirigir la brújula de su vida: el Todo y la Nada. Francisco se siente gusanillo vil, semejante a la nada, para lanzarse en los brazos de Dios que es su Todo. «Dios mío y todas mis cosas», decía en otras ocasiones. Esta inmersión en Dios motiva el que todas las cosas vengan a ser para él como un desbordamiento de la Bondad divina. L. Coimbra habla en este momento de un «nisus malricial», de un estado de «gravidez cósmica», en espera de un nuevo alumbramiento. San Francisco con­ templa este aspecto de la creación más bien desde la paternidad divina. L. Coimbra percibe bien esta vertiente franciscana cuando describe la escena de Francisco que se desnuda ante el tribunal del obispo de Asís y sale de allí para cantar por las florestas del monte Subasio en in­ mensa explosión de alegría59. Dentro de la expansión creadora que acrecienta la vida del cosmos L. Coimbra ve al hombre como su mejor emergencia. San Francisco completa esta antropología cuando encarándose con el hombre, le dice: «(Dios) te creó y formó a imagen de su querido Hijo según el cuerpo y a su semejanza según el espíritu» 60. Conviene, por tanto, L. Coimbra con san Francisco en considerar al hombre preferentemente desde la vertiente de sus magníficas cualidades. Pero mientras el filósofo se de­ tiene sobre todo en el don de la libertad, que viene a ser flor de son­ risa en la vida humana, san Francisco mira a Cristo como modelo na­ tural y sobrenatural del hombre. En todo caso, ambos constatan el pecado de su infidelidad. Esta infidelidad motivó su exilio de Dios, pero al mismo tiempo su deseo de retornar a su Fuente de vida. Esta con­ ciencia de exilio y este deseo de retorno son elementos esenciales de la «saudade», tan sentida por el alma de L. Coimbra, quien ve a san Francisco impregnado de este mismo sentimiento. «La visión de Francisco de Asís, escribe, es una visión edénica, como una visión adámica, pero impregnada de «saudade»: un como regreso de Adán al 58 San Francisco de Asís. Escritos-Biografías, Madrid, BAC 1978. Conside­ raciones sobre las llagas III, 907. 59. S. Francisco..., 57. 60. San Francisco. Escritos-Biografías, Madrid, BAC 1978. Avisos espiritua­ les, 5, 79. 6

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