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396 DOMINGO MONTERO 1 Jn 3, 23; 5, 13), así como el único nom bre de D ios es «P ad re» (5 , 43 ; 12, 28; 17, 6 . 11. 12. 26). C reer en el nom bre es creer que Jesús es el H ijo de D ios, el U ni­ génito, no sim plem ente creer «en E l». E sta constante de la teología joanea se vería robustecida si ya desde la ob ertu ra del prólogo se descubre esa clave interp retativ a. Realizando una lectura en plural, el vr. 12 quedaría expuesto a una cierta indeterm inación, de igual m anera que se vería un tan to afectada la continuidad y progresión en tre los versículos 13-14. D e toda esta argumentación puede extraerse la volun tad de una lectura de la concepción virginal en el prólogo de Ju a n apoyándose en ciertos elementos de crítica externa e in terna. N o es una lectura acep­ tada po r todos los estudiosos, pero creo que es una posibilidad seria y fundada, aunque pienso que sus conclusiones no deben ser extrem a­ das hasta el pun to de leer en Jn 1, 13 la m ilagrosidad del p arto (ausen­ cia de sangre) así como el consentim iento dado po r M aría a la encar­ nación («ni de voluntad de v a ró n » )83. La credibilidad de una lectura radica en la sobriedad y contextuali- dad objetiva; proyectar sobre el prólogo de Ju a n la iconografía de la infancia de Lucas y M ateo equivaldría a cubrir el silencio del románico con follaje barroco. H ay que resp etar a los textos, y esto exige evitar apriorism os. La obra de Ju an no es un argum ento con tra la concepción virginal; ¿lo es a favor? Esa es la opción realizada recientem ente por no pocos exegetas 84 y recogida en la versión de la B iblia de Jerusalén, fren te a la de la TOB . S a n P a b l o Un dato que emerge con fuerza en la docum entación paulina es el de la afirmación del origen hum ano de C risto (Rom 1, 3; 9 , 5: k atá sárka), y es por eso qu e resulta significativo su «silencio» res­ pecto del cómo se llevó a cabo tal acontecim iento. O ¿hay que consi­ d erar a G al 4, 4 como una velada pronunciación al respecto? Y no basta con decir que P ablo no tiene interés por los elem entos de la vida de Jesús terrestre (cf .2 Cor 5, 16), ya que, además de trans- 83. I. de la P o tte rie , Concepción y nacimiento virginal de Jesús, según el cuarto evangelio, en Sal Terrae 1978, 573; J. G a lo t, o . c ., 118-119. 84. Entre los que se pueden citar a Harnack, Blass, Zahn. Büchsel, Burney, Macgregor, Lenski, Boismard, Braun, Dupront, Orbe, Mollat, Galot.

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