PS_NyG_1979v026n002p0355_0370

366 MAXIMILIANO FARTOS MARTINEZ (como teórica) en cuanto depende inseparablem ente de una ley práctica incondicionalm ente válida a priori». La definición es b astan te lum inosa para nuestra in terp retación y sobre todo teniendo en cuenta la exposición que acto seguido hace de cada uno de ellos. Se sigue de ella: 1 .° Q ue las proposiciones «existe la libertad , existe la inm ortalidad, existe D ios», son proposiciones teóricas pero no d e­ mostradas teóricam ente, esto es, con la lógica científica. 2 .° Q ue esas proposiciones teóricas tienen una dem ostración p rác­ tica, que es igual, como luego veremos, a dem ostración eudemonoló- gica. 3.° Q ue esas demostraciones se apoyan en el hecho de la ley mo­ ral; que la verdad (práctica) de esas tres proposiciones «depende inse­ parablem ente» del hecho de la ley moral. Veamos ahora cómo esa «necesidad práctica» con la que se conclu­ ye cada uno de ellos no es o tra cosa que «necesidad eudemonológica»: a) La libertad U n ser como el nu estro que se siente obligado (categóricam ente obligado) a priori por la ley moral (ley universal e incondicionada) siente en sí el deseo n atu ral de ser lib re para poder adecuar su con­ ducta a dicha ley. Siente la exigencia necesaria de que su conducta no esté sujeta a la causalidad mecánica del reino fenoménico. A nhela que su voluntad pueda desgajarse (para adecuar su conducta a la ley mo­ ral) de la causalidad mecánica de las inclinaciones sensibles contrarias a la ley, sintiéndose capaz de iniciar una serie causal «nueva» respecto d e aquella fenoménica a la que se siente sujeto en cuanto ser que pertenece a la naturaleza. U na voluntad categóricam ente imperada por la ley moral y que no fuese lib re sería un absurdo. P ero se presupone un o rden absoluto. Y po r tan to se concluye eudemonológicam ente la existencia de la libertad. b ) La inmortalidad E l anhelo de una vo luntad como la nu estra es la santidad. P ero en esta vida po r mucho que se esfuerce en alcanzarla no le es posible conseguirla. Surge de ahí la exigencia n atu ral de una vida fu tu ra ili­ m itada, eterna, en la que etern am en te podamos avanzar hacia la san­ tid ad total. P resupuesto el orden absoluto, se concluye eudem onoló­ gicamente la inmortalidad.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz