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LA «MADURACION» DE ZUBIRI Y LA FENOMENOLOGIA 351 P ero en el período que aquí hemos analizado Z ub iri com prende claram ente que H u sserl no sólo ha p ropuesto un remozam iento del sentido de la filosofía, sino que po r todos los medios ha in ten tado realizar esa idea de la filosofía en una dirección b ien determ inada. E n este mismo m om ento, Zubiri com ienza a interrogarse si esa reali­ zación, a pesar de su meticuloso rigor, respondía verdaderam ente al program a tan radical que postulaba el propio H usserl o si, po r el contrario, no hacía in terv en ir de nuevo presupuestos insuficientemente cuestionados; el problem a pod ría concretarse en la idea de que el ser p ara H u sserl es el sentido que éste adquiere en tan to que dado a la conciencia. P ero , entonces, la cuestión, está en saber si esa idea de que la filosofía tiene que ser sólo un discurso de la conciencia res­ ponde a un destino inevitable o si, p o r el con trario , es un presupuesto típico de la m odernidad, que hay que superar. Si pocos filósofos han tenido tantos discípulos como H usserl, se hace preciso añadir a continuación qu e se tra tó casi siempre de dis­ cípulos díscolos, de «herejes», según la b rillan te expresión de P . Ri- coeur. U no de estos «herejes» y p o r cierto de los más perspicaces, fue quien ayudó a Z ub iri a situ ar en su debido lugar la decisiva apor­ tación de H u sserl. H eidegger, en efecto, es el filósofo con el cual Z ub iri va a reco rrer gran p a rte del trecho aquí estudiado. H ab ría que destacar la im po rtan te hazaña de la exactitud con la que Z ub iri en ­ tiende la em presa filosófica de H eidegger en un mom ento en que no pudo disponer de muchos textos fundam entales que hoy conocemos y cuando esa ex actitud era más bien la excepción. Es H eidegger quien le hace ver cómo el nivel de la conciencia, lejos de ser el fundan te, como ha creído tod a la m odernidad filosófica, es un nivel fundado en algo previo que hay que analizar, no sólo po rqu e así se abre camino hacia dimensiones de lo real injustificadam ente reducidas p o r la con­ ciencia, sino además po rque eso previo es lo único capaz de dar su verdadero relieve a la conciencia y, de este modo, justificarla. H eideg­ ger ha m ostrado, en tre o tras cosas, que el análisis tradicional de la ver­ dad como «adecuación» se mueve a un nivel lógico que es impensable sin un previo encuentro aún no discursivo con las cosas. D e este m odo, el sentido del ser quedaba oculto po r una inconfesada reduc­ ción a un ente juzgado ejemplar, ocultación que H eidegger rastrea hasta encon trar sus orígenes en la m isma filosofía griega clásica. E n o tro sentido, el raviovitalismo de O rteg a y G asset, o tro d e los m aestros de Z ub iri, apun taba también a un desfondam iento del dis­ curso filosófico m oderno retrotrayéndo lo a algo previo que él deno

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