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LA «MADURACION» DE ZUBIRI Y LA FENOMENOLOGIA 349 nología de H u sserl en Ideen — consiste fundam entalm ente en una in ­ versión que nos lleva de la actitud n atural a la conciencia pu ra l05, habría que analizar detalladam ente ese m undo n atu ral del que se p arte po rque en él están contenidos todos los datos e ideales que hacen posible la m isma reducción. E l pasar precipitadam ente por este nivel tiene el grave riesgo d e que deje pasar inadvertidam en te en la reducción p ro ­ cesos o fuerzas no tematizados explícitam ente, los cuales son entonces verdaderos pre-supuestos que imposibilitan precisam ente la exigencia fenomenológica d en tro de la cual cobra su sentido la reducción. E sto es cualquier cosa menos evidente de suyo. La tentación inm e­ diata, entonces, es in te rp re tar el recurso de Z ub iri a la realidad como d ato fund an te en el sentido de un regreso a la conciencia ingenua, es decir, un abandono de todas las exigencias críticas del pensam iento m oderno p o r un proceso de involución a po stu ras de un Realismo acrítico de co rte aristotélico o escolástico. Pocos se h an dado cuenta — y hay que reconocer que Zub iri tiene en ello buena p arte de culpa po r lo episódico e insuficiente de su tratam iento del tema hasta fecha muy reciente— de que el térm ino «realidad» tiene que ser bien en ten ­ dido y exige todo un complejo entram ado qu e cristalizará en últim a instancia en una teo ría de la inteligencia l06. ¿Se concluirá de aquí que H usserl es ya definitivam ente «perro m uerto» y no pu ede ap o rtar nada para una filosofía postm oderna? Si así fuese, ¿cómo justificar el que Z ub iri lo siga m anteniendo e incluso lo potencie como referencia constante? E ste es precisam ente el segundo problem a a qu e antes nos referíam os. H u sserl propuso teóri­ cam ente una cosa, aparen tem en te muy clara y rectilínea, pero su prác­ tica concreta p resen ta o tro ritm o muy d istin to . C onstantem ente se vio obligado a regresar a ese p u n to de p artid a, constantem ente fue aña­ diendo aspectos y m ateriales nuevos sin que pudiese evitar nunca, como si de un a maldición se tratase, volver a retrazar de nuevo ese proceso que teóricam ente era previo. D e ello podría deducirse justa­ m ente lo con trario de lo que H usserl preconizaba: la imposibilidad de term in ar el análisis «previo» que, al final, se m u estra como esencialmen­ te interm inab le. E n este sentido, M erleau-Ponty escribía con sobrada razón: «La enseñanza más im po rtante de la reducción es la imposibi­ 106. Prueba de lo que digo es que, salvo alguna anotación dispersa, el tema no recibe un esbozo maduro hasta 1967 en Notas sobre la inteligencia hu­ mana, en Asclepio, 18-19 (1967-68) 341-353, trabajo poco conocido por estar publicado en una revista poco manejada en los círculos filosóficos.

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