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LA «M A DU R AC ION » DE ZU B IRI Y LA FENOMENOLOGIA 333 como objetos, sino alumbrarlas para que se muestren tal como son. La verdad no crea ni constituye a las cosas, sino que las hace visibles y este es el estrato primario desde el cual se desplegará el intercambio entre el hombre y las cosas a partir de esa presencia mutua. Este inter­ cambio puede hacerse a nivel de inteligenciaM, plano en el que se movían las doctrinas tradicionales de la verdad, pero también a nivel de acción, de volición, de impulsos, etc. De este modo, la metáfora de la luz no afirma ni niega las tradicionales doctrinas de la verdad lógica y ontològica, sino que, por decirlo así, las desfonda en orden a aprehender precisamente su fundamento último. Así se expresaba Heidegger: «La caracterización de la verdad como 'concordancia’ ( Übereinstimmung ), adaequatio, homoiosis, es indudablemente muy ge­ neral y vacía. Pero algo de exacto debe tener cuando se mantuvo a través de las más dispares doctrinas del conocimiento (...). Lo que ahora inquirimos son los fundamentos de tal 'referencia’ ( Beziehung ). ¿Qué se da por supuesto tácitamente en la proposición adaequatio rei et intellectus ? ¿Qué carácter ontològico tiene eso que se da por su­ puesto?» 65. Reconozcamos que la metáfora zubiriana de la luz es difícil de precisar en su alcance exacto, pero al menos vemos a qué ámbito se apunta y en qué nivel nos movemos. En efecto; cabría entender quizá que es la inteligencia humana quien ilumina a las cosas y, de este modo, en rigor estamos volviendo a la primera metáfora si se supone que tal iluminación significa solamente la posibilidad inmediata de que las cosas impriman su imagen en el sujeto; pero podría entenderse que son las cosas mismas quienes se alumbran, en el sentido de que son ellas mismas quienes se hacen visibles desde dentro, quedando así dispuestas para que la inteligencia pueda conocerlas. Incluso no ha faltado quien haya pensado que entre Naturaleza, Historia, Dios y So­ bre la esencia, donde parece predominar claramente la segunda pers­ pectiva (cf. SE, 448), Zubiri evoluciona de la primera a la segunda interpretación, lo cual, a mi modo de ver, no es otra cosa que aplicar al filósofo español exactamente la interpretación corriente — me per­ mito sugerir que falsa— de la famosa Kebre heideggeriana. El proble­ ma reside en que, en cualquiera de ambas alternativas y a pesar de que acabamos de ver que la metáfora será mantenida, parece que sigue 64. Ciertamente, sin inteligencia no habría verdad, pero este es otro pro­ blema, tal como explica SE, 112. 65. M. Heidegger, Seitt und Zeit, § 44-a, 215.

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