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3 3 2 ANTONIO PINTOR-RAMOS dadera ceguera el no comprender que la tercera metáfora que sugiere Zubiri es independiente del texto de Ortega, que, con seguridad, desco­ nocía en la fecha en que escribe, e intenta dar respuesta de modo directo a las exigencias emanadas del planteamiento filosófico de Hei­ degger. Que luego resulte que tal exigencia es también compatible con el pensamiento de Ortega, ese es otro problema que no ha de detenernos aquí63. ¿Cuál es esa tercera metáfora? He aquí el texto completo, a pesar de su relativa extensión». «De esta suerte, tal vez haya llegado la hora en que una tercera metáfora, también antigua, imponga, no sabe­ mos por cuánto tiempo, su feliz tiranía. No se trata de considerar la existencia humana, ni como un trozo del universo, ni tan siquiera como una envolvente virtual de él, sino que la existencia humana no tiene más misión intelectual que la de alumbrar el ser del universo; no consistiría el hombre en ser un trozo del universo, ni en su envol­ vente, sino simplemente en ser la auténtica, la verdadera luz de las cosas. Por tanto, lo que ellas son, no lo son más que a la luz de esa existencia humana. Lo que (según esta tercera metáfora) se 'constituye’ en la luz no son las cosas, sino su ser; no lo que es, sino el que sea; pero, recíprocamente, esa luz ilumina, funda, el ser de ellas, de las cosas, no del yo, no las hace trozos míos. Hace tan sólo que 'sean’; en photí, en la luz, decían Aristóteles y Platón, es donde adquieren actualmente su ser verdadero las cosas» (NHD, 239-240). No es fácil la interpretación exacta de este complejo pasaje. La relación del hombre con las cosas no es primariamente un constituirlas que he intentado mostrar; si el filósofo español lo dijo antes que el alemán, como defiende tenazmente J. Marías, o si es lo contrario, es cuestión indiferente para nuestro tema. Es mucho más importante anotar que dos maestros ilustres de Zubiri, ambos muy apreciados por él, le empujaban en una dirección con­ cordante. 63. Permítaseme anotar, sin embargo, que Zubiri habla de «existencia», del «hombre», mientras Ortega continúa hablando de «sujeto»; Zubiri habla de «cosas», Ortega de «objetos». Quizá sean matices sin trascendencia, pero me interesa acotar aquí un pasaje de Heidegger en orden a problemas que surgirán más adelante: «¿Q u é cosa más evidente que el hecho de que un 'sujeto’ dice relación a un 'objeto’, y viceversa? Esta relación sujeto-objeto tiene que darse por supuesta. Pero este supuesto — bien que intocable en su facticidad— resulta por ello mismo fatal cuando se deja en la oscuridad su necesidad ontològica y, antes que nada, su sentido ontològico»: M. Heidegger, Sein und Zeit , § 12, 59. Nótese que aquí «supuesto» tiene el sentido peyorativo de «prejuicio» y es la trama ideológica en que se funda la moderna «Metafísica de la subjetividad», que Heidegger quiere superar; cf. la extraordinaria exposición de D. C ruz V élez , Filosofia sin supuestos. De Husserl a Heidegger, Buenos Aires 1970, 105 ss.

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