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32 8 ANTONIO PINTOR-RAMOS necesidad de un más radical planteamiento del problema. Así se ex­ presa el primero de ellos: «La cuestión, por decirlo así, tiene dos pisos. El hecho de que nos demos cuenta de una cosa revela, indubitable­ mente, que la cosa (...) está en nosotros. Pero, ¿de qué modo puede estar una montaña de 2.000 metros en un espíritu que no es espacioso? El primer piso de la cuestión consistirá en describir simplemente ese modo de estar las cosas en la conciencia. El segundo consistirá en explicar cómo se produce, a qué causas o condiciones debe este modo de estar. Ambos haces del problema deben mantenerse bien separados. Ni la Edad antigua ni la moderna lo han hecho así. Han mezclado la descripción del fenómeno mismo con su explicación»48. Obsérvese cómo Ortega critica al Idealismo y al Realismo exactamente en el mismo sentido en que los criticaba Zubiri en sus escritos juveniles: han pasado de largo sobre el plano de la descripción suficiente de los fenómenos antes de buscar su explicación. Obsérvese también cómo Ortega plantea las metáforas desde la relación cognoscitiva, lo cual implícitamente sigue siendo una perspectiva «moderna» y quizá, como insinúa el propio Zubiri (SPF I, 53), una tesis típicamente neokan- tiana. Por tanto, el problema de las explicaciones del conocimiento en sentido realista o idealista no es, en primer lugar, el de saber si tales explicaciones son verdaderas o falsas, sino la necesidad de un paso atrás previo y decisivo que radicalice el problema, lo cual da un nuevo sentido al discurso filosófico mismo que Ortega supo definir con su habitual brillantez: «El progreso de las ciencias es un progresar y avanzar. Pero la filosofía es una famosa Anabasis, una retirada estra­ tégica del hombre, un perpetuo retroceso»49. La crítica de Zubiri a la segunda metáfora es sustancialmente idén­ tica: «Hegel olvida un momento elemental del pensamiento, y es que todo pensamiento piensa algo (...). No me basta [incluso] decir que todo pensamiento piensa algo de. Porque, justamente, necesito averi­ guar por qué todo pensamiento piensa algo de. Tal vez porque el hom­ bre no puede ser centro del universo, no consiste aquel [el pensamien­ to] en otra cosa sino en proyectar a éste [el universo] frente a sí, y no dentro de sí, como Hegel pretendía» 50. Esto quiere decir que, si 48. OC, II, 397. Cursivas mías. 49. J. O r t e g a y Gasset, «En torno al Coloquio de Darmstadt», OC, IX , 625. En «Prólogo para alemanes» (OC, V III, 53) el propio Ortega pone esta idea en relación con el escrito a que nos estamos refiriendo. 50. NHD, 239. Corto conscientemente a la medida de mis propósitos actuales un texto importante, sobre el que volveremos.

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