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3 2 6 ANTON IO PINTOR-RAMOS taran, a lo sumo, el material bruto con el que se forma el verdadero conocimiento o el contenido con el que se forman nuestras ideas, sin que la polémica Racionalismo-Empirismo afecte a esta base. La crítica de Zubiri al Idealismo, pero también al Realismo tradicional, es que se ha saltado por encima de un nivel previo que es el lugar del verda­ dero y decisivo contacto del hombre con la realidad y, por tanto, el único fundamento posible tanto de la verdad lógica (adecuación del entendimiento a la cosa) como de la verdad ontològica (adecuación de la cosa a su idea y frecuentemente a su idea ejemplar en Dios). Que la radicalización de esta temática lleve con el tiempo a lo que será la «verdad real», me parece innegable; que esto fuese explícito para cualquier lector de la época, me parece, en cambio, sumamente impro­ bable porque el anti-idealismo es actitud común a muchas filosofías de la época y en este tema existían de hecho planteamientos similares. Se trata, pues, de ampliar esta contextualización desde los escritos del propio Zubiri a la filosofía de la época que sabemos con toda seguridad que conocía; para lo que aquí pretendo, bastará con referirse a dos ejemplos que se imponen por sí mismos. En el primero de los escritos de este conjunto que estamos anali­ zando, Zubiri confronta las dos concepciones típicas del conocimiento que han dominado la filosofía occidental y las sintetiza de un modo claro y preciso: «En un maravilloso ensayo decía mi maestro Ortega que la filosofía había vivido de dos metáforas: la primera es justa­ mente esta metáfora griega: el hombre es un trozo del universo, una cosa que está ahí (...). Descartes corta el vínculo que une el saber a lo que el hombre es y convierte el saber en el ser mismo del hom­ bre (...). En este momento se produce la aparición de la segunda me­ táfora, en la cual el hombre no es un trozo del universo, sino que es algo en cuyo saber va contenido todo cuanto el universo es»44. Zubiri remite, por tanto, de modo muy explícito a su contexto filo­ sófico español y vale la pena que nos detengamos en ello porque se clarificará notablemente el problema que estamos tratando. libro entre las distintas divisiones del ente Aristóteles había hablado del «ser como lo verdadero» (¿ó ón os alelhés) y «el no ser como lo falso» (mé ón os pseudós): Mt E 2, 1026 a 34. Ruego al lector que no pierda de vista este último texto para lo que aquí trataremos. 44. NHD, 238. Nótese que las dos metáforas no coinciden exactamente con la época helénica y cristiana antes distinguidas; pero la diferencia carece de relieve para nuestro tema.

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