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3 2 4 ANTONIO PINTOR-RAMOS que esto sea completamente falso; más bien me parece una perspectiva unilateral que proyecta sobre escritos anteriores en muchos años ideas de las obras maduras de Zubiri. En cambio, siguiendo paso a paso la formación del pensamiento zubiriano, esto no resulta del todo satis factorio. Podría decirse que en Zubiri existe desde su extremada ju ventud filosófica una especie de instinto realista (en el sentido de ate nerse rigurosamente a la realidad) que funciona en él algo así como un a priori que sólo poseerá plenamente en su época madura; esto es precisamente lo que define tal «madurez». Lo que sucede, a mi entender y para decirlo con brevedad, es que hasta esas obras maduras no está claramente tematizada (no digo insinuada) la distinción entre «ser» y «realidad» y, por tanto, la expresión «verdad real» difícilmente puede tener todo su peso específico. De aquí surge el que interpretar estos párrafos en el sentido de primera formulación de lo que luego será la verdad real en sentido propio es algo que no se impone, a menos de caer en una de esas peligrosas «historias intencionales» que, por lo demás, tanto gustaban a Husserl. Intentaré explicar mi punto de vista, con seguridad también parcial, utilizando métodos puramente historiográficos, esto es, contextualizando los escritos y prescindiendo de sus presumidas o imaginadas intenciones secretas. Hay que aceptar, como es natural, que una progresiva radicalización de estos y otros problemas conexionados con ellos son los que han llevado a Zubiri hasta el umbral de su pensamiento maduro, pero esta es cuestión to talmente distinta. No se puede olvidar que la perspectiva básica en que se mueven los trabajos aquí analizados es una perspectiva histórica. Zubiri quiere actualizar los materiales con los que puede plantearse hoy el tema de la filosofía y ello exige un minucioso análisis histórico de lo que fue tal filosofía. En este sentido, Zubiri tiene una conciencia epocal muy temprana de la imposibilidad de continuar la empresa idealista, tal como aparece en sus escritos juveniles. La idea fundamental de tales escritos es una crítica, que ya no va a cesar nunca, contra el plantea miento de la empresa filosófica por parte del Idealismo; esta crítica se presenta aquí como una demostración histórica de que tal planteamien to es tan sólo el resultado de una opción unilateral en un momento dado de la marcha de la historia de la filosofía y no, como quería Hegel (pero también Husserl), el anhelo secreto de toda filosofía desde su primera encarnación en el mundo griego. Naturalmente, si la opción idealista se impuso es porque aparecía como crítica justificada a las
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