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318 ANTONIO PINTOR-RAMOS significó para Grecia: para un griego ser es estar ahí-, para el europeo occidental ser es, por lo pronto, no ser una mera nada» (SPF II, 90- 91). Esto hace que la historia de la metafísica sea radicalmente dis­ tinta porque interroga la realidad desde una óptica no solo nueva, sino incompatible en rigor con el horizonte mental helénico: «A partir de este momento, la historia de la metafísica no es sino la historia de esta cuestión: quid est esse qua ereatum-esse?» (SPF II, 115). La pregunta será ahora más bien: ¿por qué existe el ente y no más bien la nada? 2S. Estas dos preguntas, la griega y la cristiana, resumen la historia de la metafísica europea y quizá toda nuestra cultura. Como ha escrito un filósofo actual, Atenas y Jerusalén «constituyen el primer estrato de nuestra memoria filosófica» 29. Desde el punto de vista conceptual, el cristianismo añade quizá un solo concepto radicalmente nuevo, pero éste transforma la economía de todo el pensamiento humano y es la piedra angular de toda la metafísica moderna: «Dentro de esta ingente construcción metafísica [griega], vista a través de la evolución ulterior del pensamiento humano, tal vez haya solamente una realidad y un concepto que ha escapado a la mente griega. Y es el concepto y la realidad con que comienza el Occidente de Europa su especulación me­ tafísica: el concepto de espíritu» (NHD, 228-229). Este concepto va a describir una multisecular trayectoria, cuyo sentido es claro: «El lo­ gos, que comenzó por ser esencia de Dios, va a terminar por ser sim­ plemente esencia del hombre» 30. El proceso, a través de Ockham, cris- 28. La pregunta, como es sabido, fue formulada por Leibniz desde un con­ texto claramente «ontoteológico»: «Pourquoy il y a plustôt quelque chose que lien ?»: Principes de la nature et de la grâce, en G. W . Leibniz, Die philosopbis- chen Schriften, ed. C. J. Gerhardt. Reimp. Olms, Hildesheim 1965, V I, 602, y «recuperada» en toda su densidad ontològica por M. Heidegger, Was ist Meta,1 physik?, en Wegmarken (Gesamtausgabe, 1-9) 122, que deja planteada una pre­ gunta que reiterará machaconamente a lo largo del cap. I de Einführung in die Metapbysik, 3.“ ed., Tiibingen 1966, 1-39. Habría mucho que hablar de este punto, frecuentemente mal entendido; baste con recordar aquí que Hegel, autor del que expresamente se reclama Heidegger, pone en marcha la Wissenschaft der Logik con la «doctrina del ser», cuya primera tríada en el capítulo «determinación (cualidad)» es Ser-Naád-Devenir. Zubiri comenta insuperablemente este pasaje en NHD, 234-235. 29. P. Ricoeur, Finitud y culpabilidad, trad. C. Sánchez Gil, Madrid 1969, 258. Con una formulación en un sentido muy distinto, Zubiri estudia amplia­ mente este mismo contraste en SPF II. 30. NHD, 229. Paralela a esta evolución es la del concepto, también cristiano, de «persona», cuyas primeras vicisitudes han sido descritas en un bello estudio de S. Alvarez Turienzo, «El Cristianismo y la formación del concepto de per­ sona», en Homenaje a X. Zubiri I, 43-77.

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