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314 ANTONIO PINTOR-RAMOS resultó en este punto el más favorecido de los tres y quizá por ello pudo sacar conclusiones más radicales que los otros dos. Conquistado ese ámbito para el filosofar, Husserl desarrolló una idea de la filosofía a la cual, con fortuna o sin ella, bautizó con el término «poco simpático» de Fenomenología. Si se es fiel a la letra del pensamiento husserliano y, en concreto, al Nachwort polémico a Ideen, algunos de cuyos párrafos Zubiri cita (cf. FM, 18), habría que reservar tal denominación estricta para la filosofía de Husserl, en cuyo caso difícilmente puede sostenerse — y menos aún teniendo delante el texto que acabo de mencionar— que Scheler o Heidegger deban con­ siderarse congéneres y no meros coetáneos de Husserl. «Pero desde otro punto de vista habría derecho a preguntarse si dentro del mismo Husserl no cabe distinguir, en principio, entre lo que es una filosofía fenomenológica y el modo como ella se ha encarnardo efectivamente en Husserl» (FM, 18-19). ¿Es ello posible? Lo es porque una idea de la filosofía, una vez puesta en marcha, tiene su propio peso y se apodera de los filósofos que intentan realizarla; a esas alturas, «ya no es el filósofo quien lleva el concepto de la filosofía, como aconte­ cía al comienzo, sino que la filosofía y su concepto son quienes llevan al filósofo (...). No es el concepto propiedad del filósofo, sino el filó­ sofo propiedad del concepto, porque éste brota de lo que la filosofía es en sí misma. No es la filosofía obra del filósofo, sino el filósofo obra de la filosofía» 20. Tiene interés llamar la atención sobre el hecho de que no se trata aquí de una mera distinción ingeniosa o un brillante juego de palabras; en estas anti-existencialistas expresiones se funda la necesidad de una investigación histórica que no puede reducir el sentido de la filosofía a sus condicionamientos extrínsecos, sino que debe afrontar la lógica interna de los sistemas. Aplicado esto al caso de Husserl, daría por resultado que «a cierta altura de su madurez, puede discernirse perfectamente en Husserl qué idea de la filosofía le arrastra y cómo esa idea ha encarnado en él» (FM, 20). Ello significa desechar como inservible el estrecho y polémico criterio de demarcación propugnado por Husserl en el Nachwort (la «reducción trascendental», en sentido estricto), que llevaría a crear no 20. FM, 19-20; NHD, 121 . Otro texto paralelo, que muestra claramente el proyecto unitario ai que responden estos trabajos, dice: «A l revés de lo que acontece con las demás ciencias, no es el hombre quien busca la filosofía, sino la filosofía quien busca al hombre. El hombre no busca la filosofía, se encuentra con ella. La filosofía puede decir al hombre: no me burearías si yo no te hubiese encontrado» (SPF I, 79).

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