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254 XA B IER P IK A ZA enraizados en la experiencia de la «alianza». Salvación significa perma­ necer en el campo de la alianza; condena el ser arrojado fuera de ese campo6. Más que describir la esencia general de Dios el mñphat describe su presencia o actuación salvadora. El juicio, que puede tornarse des­ trucción, se inscribe dentro de la lógica de amor de Dios y alianza. Nunca se hallará en la historia de Israel un juicio de Dios que esté basado sólo en el poder destrucción, en un afán de venganza absoluta. Sólo dentro de un orden universal de amor, de búsqueda y alianza, sólo en un contexto de oferta de salvación tiene sentido el juicio de condena7. Pero dejemos estas consideraciones de principio y vengamos al gesto del juicio. De acuerdo con toda la apocalíptica, es Dios el que realiza el juicio (cf. Dn 7, 9; 1 En 90; 4 Es 7, 33), tanto en el aspecto de lucha contra los enemigos de Israel como en el sentido de rendi­ ción universal de cuentas de la historia. Sólo el creador puede ser res­ ponsable de la culminación del mundo (cf. 4 Es 5, 56 ss.). Esa venida de Dios se describe de diversas maneras: se desvela su poder, hace oír su voz, muestra su gloria... (1 En 1 ,3 ss.; 4 Es 7, 33). Dios se sienta en el trono y realiza la culminación de la historia (Ass Ms 10, 3 ) 8. Sin embargo, en Mt 25, 31-33 hay una figura de HH vinculada al juicio. ¿Cómo puede asociarse al juicio de Dios ese HH? Para res­ ponder a esa pregunta debemos estudiar el mesianismo. El primer dato que nos ofrece la tradición de Israel, dentro de la mentalidad político-religiosa del Oriente, es la función judicial del rey; es menester principal e intransferible del rey el realizar justicia entre los pobres de su pueblo, velando por los derechos del huérfano y la viuda (cf. Prov 29, 14; Sal 72, 4. 12; Jer 22, 3-5). Dentro de esta línea, es lógico que Israel haya situado esa exigencia de realizar jus­ ticia, propia del rey, en un campo mesiánico, interpretándola como expresión de un poder delegado de Dios; ciertamente, eso supone que el rey-mesías tiene un dominio sobre el pueblo (plano de poder) pero 6 . O. c., 929. Al referirnos al sentido religioso de la justicia en el AT situán­ dola en un contexto de alianza nos ponemos explícitamente en contra de P. Mi­ randa , Marx y la Biblia, Salamanca 1972, donde se hace un esfuerzo por reducir la justicia a la mera igualdad interhumana. 7. J. A. B aird , The Justice of God in the Teacbing of Jesús, London 1963, 40-44. 8 . P. V o lz , Die Eschatologie der jüd. Gemeinde, 274-6 señala que Dios es el único juez en gran parte de la apocalíptica israelita. Cf. J. C. I ngelaere , La Parabóle, 28.

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