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E L JU ICIO DEL HOMBRE 289 aguas y pastos, lo reúne y lo protege (Sal 23, 3; 50, 19; Jer 23, 3; Ez 34, 11-12 etc.)95. Los jefes de Israel reciben en el AT funciones de pastor (cf. 2 Sam 7, 7; Jer 13, 20 ; Sal 78, 70 ss.), aunque no se les atribuye nunca directamente ese título. El título pertenece exclusivamente al mesías: «Les daré un pastor único que les pastoree: mi siervo David; él les apacentará, él será su pastor; Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos» (Ez 34, 23-24; cf. Ez 37, 22. 24; Jer 3, 15; 23, 4 )90. La certeza de que Dios es quien cuida a los ovejas (Ez 34, 11-14) y la promesa del nuevo pastor mesiánico (Ez 23, 23 ss.) de Ezequiel constituye el punto de partida de una visión teológico-simbólica que culminará en el pastor de Mt 25, 32. En el fondo está igualmente la imagen de 1 En 89-90: La historia de Israel, desde el diluvio hasta la llegada del mesías, aparece como historia de un rebaño; los miem­ bros del pueblo son «ta probata » (ovejas); Dios como Señor las guía a través de los peligros, los rechazos y rupturas hasta el tiempo en el que llegue el salvador-mesías97. Todo nos permite suponer que al referirse a Jesús-HPI en la figura de pastor que separa a su rebaño Mt 25, 32 se encuentra en la línea de aquel viejo simbolismo religioso. Las funciones pastorales de Dios y del Mesías se han centrado aquí y culminan en el juicio. No es ex­ traño que suceda así, porque la imagen del pastor aparece también en otros lugares del evangelio para señalar el cuidado de Dios por los hom­ bres o el sentido de la obra de Jesús. En el fondo de la parábola de la oveja perdida (Le 15, 4-7; Mt 18, 12-14) el cuidado y el gozo de Dios se compara con aquellos que muestra el pastor preocupado de hallar a su oveja. Jesús se compadece de las muchedumbres porque son «como rebaño que no tiene pastor» (Mt 9, 36; Me 6 , 34. Cf. Ez 34, 5); no tienen pastor y se pierden; por eso ha venido él, por eso actúa, «para reunir a las ovejas perdidas de Israel» (Mt 15, 25; Me 10, 6 ; cf. Ez 34, 6 ss.). La misma imagen del «pastor» que mantiene reunidas a sus ovejas está detrás de la palabra antigua de Mt 26, 31; Me 14, 27: «heriré al pastor y se dispersarán las ovejas» (cf. Zac 13, 7); la 95. Ib., 486. Cf. J. F ried rich , o. c., 146. 96. J. Jerem ías, o. c., 4S6-7; cf. W . Josx, Poimen, 41 ss. Sobre la influencia de Ez 34 en Mt 25, 32, cf. R. Maddox, o. c., 26-27; y M. D. G o u ld e r, Midrash and Lection in Matthew, London 1974, 443. 97. Cf. A. J. Simonis, Die Hirtenrede im Jobannes-Evangeliurn, Roma 1967, 161-165. 9

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