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252 XAB IER PIK A ZA En todas estas perspectivas hay algo común: la vida del hombre se juega ante el juicio divino. No hay experiencia religiosa sin abertura del hombre ante el juicio de Dios. Por eso, es natural que en Israel se haya formado una conciencia de la acción de Dios y su presencia judicial entre los hombres. De una forma genérica distinguimos en esa conciencia dos momentos: el profètico y el apocalíptico. Toda la profecía antigua, desde Amos hasta Ezequiel, se puede es­ tructurar en torno al juicio: el pueblo de Israel, que ha recibido la elección, la alianza y las promesas se halla ante la urgencia de su Dios que viene a realizar su obra. Nos hallamos ante el tema del «día de Yahvé»: Dios viene personalmente a la lucha de la tierra; viene a lu­ char, en guerra santa, contra todos los enemigos de Israel para lograr que se establezca el orden (su orden propio) sobre el mundo. Esa idea era antigua, pero ha crecido en los profetas. Sin embargo, «lo más importante y lo más insufrible para sus oyentes era la expectativa de que la venida de Yahvé se volvería contra el mismo Israel» 2 (cf. Am 5, 18-20; Is 13, 6-8; J1 2, 1-2; Sof 1, 7-18). Esta idea es muy im­ portante porque nos permite descubrir que Dios tiene en su mano el juicio de las gentes; en ese juicio entra igualmente el pueblo de Dios, situado por su Dios ante la exigencia de realizar justicia. En textos más tardíos ese mismo día de Yahvé se convierte en tiempo de pere­ grinación de los pueblos que vendrán hacia Sión, «porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor. Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos» (Is 2, 3-4; cf. Miq 4, 1-3). La predicación profètica del juicio de Dios se mueve en esa alter­ nancia entre anuncio de condena y vaticinio salvador. El mismo Dios que vela sobre la justicia y pecado de los hombres para realizar su castigo es el que ofrece a todo el mundo su presencia transformante y salvadora en el futuro. El juicio es, por lo tanto, expresión de cas­ tigo y es también misericordia. Como dignos de anotar en este aspecto nos parecen los siguientes rasgos: a) El juicio de Dios se realiza al final de la historia, constituyendo como su culminación y su sentido, b) Ese juicio está centrado en Israel, aunque con Israel son juzgadas también las naciones conocidas del entorno 3. logie der jüdischen Gemeinde im neutestamentlicben Zeitalter, Hildesheim 1966; M. Z erw ick , Biblical Greek, Romae 1963. 2. G. von R ad , Teología del AT, II, 161. 3. K. H . S chelkle , o. c., 93-4. Sobre la guerra santa, cf. G. von Rad, Der heilige Krieg im alten Israel, Gottingen 1965, 6 ss.; sobre el «día de Yahvé» G.

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