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EL JUICIO DEL HOMBRE 287 juzgar el pleito de mis ovejas: carneros y machos cabríos». Parece que se distinguen los mismos grupos que en Mt 25, 32, las ovejas y las cabras. Pues bien, parece que las semejanzas son evidentes; en uno y otro caso los carneros y las cabras son juzgados (separados) de acuerdo a la conducta que tuvieron respecto a los más débiles del rebaño. Hay unas reses débiles a las que el mismo Dios protege; y hay otras (car­ neros o machos cabríos) a las que Dios juzga según haya sido su con­ ducta respecto de las débiles 88. A pesar de lo anterior, la semejanza no se puede llevar hasta el final, y esto por varias razones. En primer lugar la diferencia entre «carneros y machos cabríos» en Ez 34, 17 no es significativa; unos y otros pertenecen al grupo de los «animales fuertes» y el juicio se realiza entre esos animales fuertes y los débiles. Además lo que le importa al autor no es el juicio de «carneros y cabras» sino la libera­ ción de los elementos oprimidos del rebaño 89. Esto nos muestra la dificultad de encontrar antecedentes israelitas claros al juicio de separación de Mt 25, 32. Lo peculiar de nuestro texto está en la mezcla de los buenos y los malos, unas especie de re­ baño grande de los pueblos en que todo está mezclado. El juicio se establece como separación radical de lo que antes se encontraba entre­ mezclado. Quizá nos encontramos aquí con una representación original­ mente cristiana de la humanidad como gran «mezcla» sobre la cual incide el juicio de la historia. Pasando a la apocalíptica posterior constatamos que la palabra «separar» no aparece directamente en 1 En; sí aparece en cambio la idea, constituyendo uno de los temas centrales de todas las parábolas. Cf. 1 En 51, 1-2; 45, 3 90. Para realizar la gran separación del juicio se utilizan los libros de la historia donde están escritas las acciones o los nombres de los buenos y los malos; o se emplean las balanzas que mensuran y que pesan a los hombres91. El Gran Juez puede dirigir a los juzgados su palabra de alabanza o de condena92. Pero ahora no nos interesan esos elementos. Nos importa el gesto de Mt 25, 32: «el Hijo del Hombre separa a los pueblos». 88 . Cf. W . Zim m erli, Ezeqmel 2, Neukirchen 1969, 840-841; G . F ohrer, Ezechiel, Tübingen 1955, 194-196; R. M addox, Who are the " Sbeep ” cnd tbe 'Goals” , en ABR 13 (1965) 19-28; cf. 26-27. 89. J. F ried rich , Gotl im Bruder, 148-149. 90. J. F ried rich , o. c ., 153; J. Theisohn, Der auserwahlte Richier, 199. 91. Cf. P. V o lz , Die escbatologie, 290-292. 92. Ib., 301 ss.

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