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2 8 0 XAB IER P IK A ZA acudirán a ella todos los paganos (synakhthesontai eis auten patita ta ethñé), porque Jerusalén llevará el nombre del Señor y ya no seguirán la maldad de su corazón obstinado» (Jer 3, 17). El tema de la pere­ grinación de las gentes se ha unido con la representación de la vuelta de los dispersos israelitas, creándose como una especie de «retorno universal» de los pueblos; desaparece la distinción entre israelitas y no israelitas todos los hombres se congregan en torno a la misma Jeru­ salén 72. Desde aquí se puede entender ya mejor Mt 25, 32. En ambos casos se dicen que «se reúnen todas las gentes» ( synakhthesontai panta ta ethne). Pero sigue habiendo una diferencia. En un caso (Jer 3, 17) las gentes se reúnen « eis auten» hacia Jerusalén, como lugar de gloria; en el otro (Mt 25, 32) se reúnen «emprosthen autou», delante de un juez. Esto nos lleva al contexto de la reunión para el juicio. El tema de la reunión de los pueblos para el juicio tiene en Israel un larga historia. De algún modo se encuentra unida al juicio la fa­ mosa invitación de los salmos reales (Sal 96-98) donde se pide a todos los hombres que aclamen al Señor (96, 7-10; 98, 4-6) que viene a regir el orbe con justicia y fidelidad (96, 13-14; 98, 9). Hay reunión para «juicio guerrero» en Sof 3, 8 ss., Ez 39, 21 ss. (opsontai panta ta ethne ten krisin mou), Zac 14, 12 ss.73. Pero en ninguno de esos casos se afirma que Dios reunirá a todos los pueblos. Esta expresión aparece sólo en Joel 4, 2 e Is 66 , 18. En el transfondo de Joel 4, 2 se halla la gran lucha escatológica. Los pueblos enemigos han vencido a Israel, han deportado a sus hijos (cf. Joel 4, 2), les han convertido en esclavos (cf. 4, 3). En este con­ texto se sitúa la intervención de Dios. No viene como guerrero sino como juez: «Reuniré a todas las naciones — synaxo panta ta ethne — y las haré bajar al valle de Josafat» (Joel 4, 2). Evidentemente, el valle de Josafat no es lugar geográfico que pueda encontrarse sobre un ma­ pa: es más bien una noción teológica, el lugar y tiempo del juicio de Dios. Para ese juicio, como en Mt 25, 32, reúne Dios los enemigos de Israel (cf. Joel 4, 12 ). ¿Con qué medida se les juzga? Según el com­ portamiento que hayan mostrado respecto de Israel: «Las juzgaré por sus delitos contra mi pueblo y mi heredad» (Joel 4, 2 ). Los pueblos en sí no importan, sólo interesa Israel. El juicio constituye en el fondo 72. Sobre Jer 3, 17 como glosa posterior, cf. W . R udolph , Uremia, Tübingen 1968, 27-29. Cf. S. L é g a sse , Jésus et l’Enfant, Paris 1969, 94 donde se destaca el carácter escatológico de la reunión en Jerusalén. 73. Cf. P.-E. D ion, o . c „ 153-156 y D . Z e l l e r , o. c„ 226-227 y 271-272; J. F ried rich , o. c ., 256.

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