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274 XAB IER PIK A ZA los pueblos comparable a esta lista bíblica de naciones57. La significa­ ción teológica y bíblica de la lista de naciones consiste en la demostra­ ción de que se ha cumplido la orden de Dios «sed fecundos y multi­ plicaos» (Gen 9, 1; cf. 1, 28). Por eso, la multitud de los pueblos no puede definirse en relación con Israel; existen más bien, en rela­ ción con Dios, como una expresión de toda su obra creadora. Curiosa­ mente, cuando las cosas se miran con esta neutralidad, desde esta al­ tura, Israel termina como desapareciendo; ni siquiera se nombra ese pueblo solamente incluido en Arfasad (10, 22) de quien descenderá. «La línea que viene desde los orígenes no conduce directamente a Abra- ham pasando por Noé, sino que desemboca primero en el universo de las naciones»5S. No se puede tratar de las «gentes» de Mt 25, 32 sin tener en cuenta este transfondo. Sobre ese conjunto de naciones tiene sentido la llamada de Abraham, tal como ha sido recogida paradigmáticamente en el texto del Yahvista: «Sal de tu tierra, de tu familia y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Y de esa manera te convertiré en un pueblo gran­ de, te bendeciré, engrandeceré tu nombre, de manera que seas una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, a quienes te hagan mal maldeciré, a fin de que puedan en ti ser benditas todas familias de la tierra» (Gen 12, 1-3). En estas palabras se refleja para siempre el sentido y la misión de Israel entre las gentes, con su triple movimiento de ruptura, concentración y expansión. Hay un momento de ruptura: «Sal de tu tierra, de tu familia y de la casa de tu padre». Uno a uno se van rompiendo los lazos de Abraham respecto de su viejo mundo: la tierra, la familia tribal, el hogar pater­ no. En el centro de este mundo Abraham (todo Israel) queda solo, ante su Dios, sin más seguridad que la palabra del Señor, que le separa, que le llama y que le envía. Esta conciencia de elección, de soledad ante su Dios y de distancia respecto de todas las restantes naciones de la tierra atraviesa toda la historia de Israel desde el éxodo hasta el Cristo. Hay un momento de concentración: «te convertiré en un pueblo grande, te bendeciré... de manera que seas una bendición». Dios no elige y separa con el fin de destruir sino para crear, no para romper sino para exaltar. Frente a todos los demás pueblos, Israel será el «pueblo grande». ( g o y g a d o l, e th n o s m e g a ), será como la bendición 57. Cf. G. von Rad, o. c., 173. 58. Ib., 174-175.

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