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270 XAB IER PIKA ZA 1 En 37-71, donde explieita y repetidamente se habla de la «entroni zación del HH» sobre un trono de gloria42. Esta conclusión se fortalece cuando comparamos nuestro texto con aquellos otro pasajes donde se habla de sentarse sobre el trono. En Le 1, 32 se dice que el Señor Dios dará (a Jesús) «el trono de David su Padre»; la referencia es al trono mesíanico de 2 Sam 7, 12 y no al trono del juicio absoluto de Dios. En Hech 2, 30 — «Dios le juró (a David) que un descendiente suyo se sentaría sobre su trono»— se alude a Sal 132, 11 con la misma esperanza mesiánica anterior; se trata del trono del rey mesiánico y no de un trono de juicio decisivo sobre el mundo. En Ap Jn 3, 21 se habla de Jesús que ha triunfado, sentándose con el Padre sobre su trono y ofreciendo la participación de ese trono a los discípulos que venzan; todo el texto parece estar formado sobre una tradición semejante a la de Le 22, 28, con la temática de la participación del trono del Mesías y el influjo de Dn 7, 9 y Sal 110, 2 43. No hay por tanto referencia a la entronización es- catológica del HH a que alude Mt 25, 31c. Tampoco pueden explicarse en esa línea Ap 20, 4 (con la cita de Dn 7, 9) ni Hebr 8, 1 (con la referencia a Sal 110, 2). Todo esto nos permite concluir que en el trono de Yahvé, nos encontramos ante una línea de tradición inde pendiente y propia que depende de 1 En. Tal es la única explicación plausible de ese texto44. ¿Cómo podemos definir nuestro pasaje? Como una entronización apocalíptica. Diversos investigadores han querido interpretar Mt 28, 18-20 a partir de los esquemos de la entronización: sería el estableci miento del señorío universal de Jesús sobre los pueblos. A nuestro juicio esa postura es incorrecta; en Mt 28, 18-20 Jesús se presenta con un poder que ha de ser confrontado escatológicamente; por eso no aparece sobre el trono ni se sienta como juez sobre la historia. Sólo cuando llegue el fin se realizan esos rasgos; así lo muestra Mt 25, 31 (y 19, 28) donde Jesús resucitado se presenta con los rasgos del HH- Rey, que tiene y que actualiza ya el poder universal, realizando el juicio sobre la humanidad a la que antes había ofrecido su mensaje y había enviado sus apóstoles (Mt 28, 18-20). Nuestro texto es por lo tanto 42. Cf. J. T h e is o h n , o . c ., 152-156. 43. Ib., 168-175. 44. Cf. J. F r ie d r ic h , o . c ., 121-123. El hecho de que fuera de las parábolas de Enoc no haya ningún verdadero paralelo de Mt 25, 31c es algo conocido para la exégesis neotestamentaria, cf. J. A. T. R o b in s o n , The "Parable” o j the Scheep and th e G oats, 80. 81; J. C. I n g e l a e r e , La " Parabole” , 27.
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