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268 XAB IER PIKA ZA escatológico, la entronización del HH no marca el principio de la realidad (como en los viejos salmos 47 etc.) ni su sentido en el tiempo (como Sal 110) sino más bien su fin: con la venida y el juicio del HH comienza una época absolutamente nueva. En lo que respecta a la «me diación» de lo divino (que no aparecía en los primeros salmos y era sólo parcial en Sal 110), la entronización del HH a que aluden las Parábolas de Enoc ha llegado a las últimas consecuencias: Dios le con cede su trono, esto es, la obra de su juicio 38. Evidentemente, el autor de 1 En 37-71 no quita nada a Dios cuando eleva a su representante HH . «En realidad, es Dios mismo quien le sienta en el trono glorioso, instalándole en él en calidad de gobernante». Su entronización no es un acontecimiento puramente ce leste. Todo lo contrario, con ella adviene el gran cambio de las eras, se inaugura el juicio, irrumpe el tiempo nuevo 39. Sin duda alguna, el HH se sienta como juez, para realizar la culminación de la historia; pero su figura tiene igualmente rasgos de rey. La Parábolas de Enoc se mueven en la línea que ha trazado Is 11, 1 ss., cuando trata de la función judicial del mesías. Todo nos permite suponer que el HH de Dn 7, representante del nuevo pueblo, ha re cibido en 1 En caracteres muy marcados de Juez de la historia. Esta figura de HH , juez escatológico que viene a sentarse en el trono de Yahvé y decide el sentido de la historia, no es una invención causal, sino que pertenece a la expectación apocalíptica del judaismo tardío. Ciertamente, sus funciones se distinguen poderosamente de las fun ciones de un mesías más político, como puede ser el de Sal 17; pero a través de la línea del mesías-juez (Is 11, 1 ss.) y de la entro nización del rey mesiánico de Sal 110 puede afirmarse que el HH de 1 En 37-71, con sus rasgos de juez escatológico, se mantiene dentro de un esquema amplio de mesianismo israelita40. Esto nos invita a no separar demasiado la representación del HH de la ideología real del mesianismo. No olvidemos que el «trono» en que se sienta el HH comienza siendo un signo distintivo del reinado de Dios; trono y reino se hallan siempre internamente unidos. Por otra parte, no olvidemos que la función judicial pertenece no sólo en 38. Cf. J. F r ie d r ic h , o. c., 129-132. 39. S. M o w in c k e l, El que ha de venir, 428-429. 40. J. T h eisoh n , o. c., 110-113. 41. J. F r ie d r ic h , o. c., 135-137. Ha visto la unión de la línea apocalíptica del BH en Mt 25, 31 con lo mesián:co-real Th. Preiss, The mystery o f the Son o f Man, en Life in Chrisl, London 1957, 47.
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