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QUE «E N S E Ñ A » TRENTO SOBRE E L . 2 4 3 cuales se mueve y tiene sentido el texto tridentino. Hemos encontrado que, bajo a este aspecto, nos hallamos afectados por un cambio cua­ litativo en relación con el horizonte noético y con la «circunstancia vi­ tal» general en que se movía el Tridentino. Nominalmente señalábamos que: a) ha cambiado sustantivamente el horizonte cultural en que hablaba Tr. y en el que nosotros podemos hablar sobre el tema p. or.; b) más al interior de la teología encontrábamos que la exégesis bíblica en la cual confiaba el Tridentino, sin asomo de duda, se ha vuelto al menos dudosa y, muy probablemente, del todo contraria a los deseos de los padres y teólogos de Tr.; c) también la analogía o contexto general sistemantico teológico en que Tr. enfocaba la cuestión del p. or. y en el que él propuso la solución, ha sufrido tal cambio que, dentro del nuevo horizonte noético teológico sobrevenido, resulta ya inacep­ table el seguir hablando de «el pecado original» en el sentido tradicio­ nal recogido por Tr. 4) Superada esta primera etapa de reflexión crítica sobre la «cir­ cunstancia» en que brota el texto, entrábamos más en su interior. Bus­ cábamos la razón de ser, el porqué el Tridentino llegó a tratar el tema p. or. y qué papel juega esta doctrina en el contexto más amplio de su enseñanza. Dentro del ambiente polémico en que Tr. propone su enseñanza sobre p. or. nos dimos cuenta de que la cuestión de fondo, en el adversario pelagiano, en los luteranos, en el mismo Tridentino, era el interpretar, explicar, salvaguardar — según las exigencias de la circunstancia vital en que vivían— lo que se consideraba por todos como la sustancia del Kerigma de Salvación, como dogma consti­ tutivo del cristianismo: el dogma de la Redención, bajo la triple di­ mensión cristológica, caritológica, antropológica. Cualquier afirmación sobre el «pecado original» era para los pelagianos-luteranos-Tridentino una afirmación subsidiaria, de segundo rango, valiosa, no propiamente en su realidad de tal, sino por razón de la función de apoyo que prestaba a la confesión ortodoxa y ortopráxica del Kerigma de Salva­ ción. En tal perspectiva no pudo menos de surgir la pregunta: ¿no será posible mantener en toda su integridad el Kerigma sobre Cristo Salvador único del género humano desde otra perspectiva teológica distinta ? El Tridentino, desde su propio horizonte mental — que, por lo demás, le venía dado por la tradición y por los contendientes he­ réticos— de hecho propuso este camino, tomó esta opción. Pero, la historia nos dice que, ya en tiempo de Tr., existía otro camino que el concilio desatendió. Camino que ahora pudiera mostrarse más seguro

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