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QUE «E N S E Ñ A » TRENTO SOBRE E L . 239 del p. or.) oscurezca en nada la intelección de dicha verdad desde la triple dimensión tantas veces aludida. Incluso podemos permitirnos un sobrio optimismo en este punto y decir que nuestra explicación es mejor que la ofrecida por la teología tridentina, en cuanto que evita­ mos el recurrir a una teoría — la del p. or .— que hoy día está sujeta a críticas tan rigurosas por parte de tantos teólogos católicos. Así, pues, en modo alguno hemos roto la continuidad con Tr., con el sentido e intencionalidad profunda de su intención docente. Pero tampoco hemos desestimado, en forma total, la tesis del p. or. en la formulación explícita, específica y formal que Tr. hace de ella. Reconocemos con gusto y reiteradamente lo que hemos dicho: el teólogo de hoy día, que en la «circunstancia vital» de Tr. (nominal­ mente, dentro de su mismo horizonte noético) niegue el p. or., sin duda pone en peligro la ortodoxia de su fe respecto al Kerigma del NT sobre Cristo Salvador. Porque dentro del horizonte noético en que se mueve Tr. la confesión explícita y nominal del «pecado original» es necesaria para salvaguardar el Kerigma de Salvación en su misma sustancia. Sin embargo, una vez que el horizonte noético en que el Kerigma de Salvación es presentado hoy ha cambiado hondamente, no se ve la utilidad de seguir aduciendo la tesis del p. or. para apuntalar dicho Kerigma ni para esclarecerlo en forma ninguna. Más aun, podría ser perjudicial y extemporáneo semejante recurso, dado el cerco de graves dificultades que rodean actualmente a aquella vieja creencia. Todo el problema de la re-interpretación del texto Tridentino «de peccato originali» se ventila en torno a este hecho: el cambio sustantivo, nominalmente el cambio de horizonte noético-teológico en que hoy día nos vemos obligados a proponer la pregunta por el sentido y valiosidad radical del Kerigma neotestamentario de Salvación. Desde el horizonte teológico-noético de Tr. la respuesta está dada. Desde el horizonte en el que la marcha de la historia ha colocado al teólogo de hoy la res­ puesta no está dada, hay que buscarla. Un paso parece que se ha dado al afirmar: que la respuesta del Tridentino, con su teoría del p. or. no satisface; que otra es realmente posible y que esta otra ofrece más ventajas para el intento y finalidad que Tr. y el hermeneuta de hoy buscan al unísono: una mejor comprensión y vivencia del Kerigma neotestamentario sobre Cristo Salvador único de la humanidad. B. Otro criterio hermenéutico universalmente aceptado es éste: que el sentido de la fe nuevamente alcanzado esté en consonancia con el

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