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2 3 8 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE enseñanza en la Iglesia actual, sin poner en peligro la ortodoxia u ortopraxis de su fe en Cristo redentor. La objeción es grave desde doble frente. En primer lugar por el contenido mismo de la doctrina abandonada, doctrina que Tr. presentó íntimamente unida a dogmas tan básicos como la redención y la jus­ tificación. En segundo lugar, por el principio formal que sustenta tal doctrina: la credibilidad del concilio, que interpone su autoridad a favor de una doctrina que, según propone la nueva interpretación, no es ya obligatorio mantener bajo grave, ni pertenecería al acerbo doc­ trinal de la fe cristiana. Opinamos que la solución a estas dificultades está dada después del largo discurso que hemos desarrollado en páginas anteriores. A . Por lo que se refiere al contenido mismo de la doctrina, como nos recordaba el texto de Molari-Rovira, no se trata de la repetición memorística de los textos conciliares, ni de una fidelidad miedosa­ mente encogida en torno a un texto petrificado. Se trata de recuperar «el sentido profundo» del texto. Por consiguiente, no basta la formu­ lación verbal, proposicional, de la verdad, reiterando los enunciados en identidad-muerta-consigo mismos. Se trata del «sentido», de la in­ tencionalidad más honda hacia lo cual marchan las palabras y las pro­ posiciones. Hemos subrayado con suficiente insistencia la funcionalidad a que están sometidos todos los enunciados de Tr. sobre el p. or. Ni los pelagianos, ni los luteranos ni Tr. hacen de la tesis del p. or. un objeto primordial de preocupación. No es ésta una verdad que por sí misma tenga tal interés noético ni práctico que merezca atención preferente. Como dijimos, los adversarios de Tr. llegaron a la negación (o tergiversación, en Lutero) de la doctrina del p. or. en función de y con la ulterior intención de salvaguardar otras afirmaciones para ellos más valiosas. Funciona tal teoría como argumento subsidiario en orden a demostrar una verdad de más alto rango. Lo mismo acontece en el Tridentino, aunque en orden inverso. Por eso insistimos tan reitera­ damente que aquella verdad sustantiva que está en el fondo de toda la discusión (en el lado de los herejes y en el lado del Tridentino) es el modo correcto de entender y vivir en Kerigma del NT sobre Cristo Salvador. Ahora bien, esta intención profunda y básica del Tridentino, esta fe segura en el Kerigma de Salvación pensamos que nosotros la salva­ guardamos en toda su integridad y a plena luz. En primer lugar, por­ que no vemos cómo nuestra interpretación (que prescinde de la tesis

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