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230 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE contexto teológico opcional muy concreto. ¿Es este motivo suficiente para abandonar la afirmación propuesta por Tr. en el can. 1, DS 1511? Desde luego, TV. daba a dicha afirmación un valor secundario, de cuarto rango, en el análisis que proponemos. En el horizonte noético en que el concilio hablaba pudo tener un valor intelectual-volitivo muy apreciable, por su conexión con el dogma de la Redención. Ahora, en nuestra óptica teológica, tal conexión no existe. E. ¿Pecado original (-originado) sin pecado originante ?— Si no se admite la etiología del p. or. (-originado) que Tr. propone, surge inevi­ table la pregunta: ¿qué otra etiología (o explicación teológica) podría­ mos dar sobre el hecho seguro de que todo hombre nace en p. or.? La respuesta que se dé a esta cuestión repercute notablemente sobre cualquier reinterpretación que hoy día quiera darse del decreto Tri- dentino. Porque eliminada la etiología prevista por Tr., se elimina el origen adánico del p. or. Pero ¿qué sentido tiene seguir hablando de un "pecado original” que no sea, por esencia y definición, "pecado adánico”, es decir, pecado presente y operante en cada hombre por efecto del comportamiento de Adán? La teología protestante contemporánea ha llegado a eliminar cual­ quier intento de etiología del p. or. Rechaza cualquier principio empí­ rico del mismo, nominalmente la figura de Adán, y cualquier vestigio de su pecado originante. Con ello la figura teológica misma del p. or. ha sufrido una transformación sustancial. Era lógico. No se habla ya de p. or., sino del pecado radical en que cada hombre está situado por efecto de su existencial decisión rebelde contra Dios 55. En la perspectiva teológica del concilio Tridentino y la de aquellos teólogos que siguen anclados en idéntico horizonte mental, no puede prescindirse de la figura de Adán como originante del pecado original originado, sin que éste quede reducido a una afirmación sin sentido. Este pecado es, por esencia y definición, pecado originado por Adán, pecado Adánico. «Pecado original» es igual a «pecado de Adán» en toda la teología antigua y en Tr. y ha de seguir siéndolo para los que continúan enfocando el problema desde idéntico horizonte cognoscitivo. Es bien conocido que la mayor novedad que hasta el momento ofrecen gran parte de las reformulaciones de la doctrina del p. or., consiste en esto: en que se elimina la figura de Adán causante del p. or. 55. Sobre la enseñanza protestante actual al respecto ver la breve informa­ ción y crítica de A. de V illalm on te, El pecado original, 20-31; cf. 190-3, 535-41.

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