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QUE «E N S E Ñ A » TRENTO SOBRE E L . 229 gica del hombre ¿es la única posible para explicar este dogma funda­ mental ? Parece que no. Ya en tiempo mismo del Tridentino era posible otra explicación y hasta existía, de hecho, en el conjunto de la teolo­ gía católica otra etiología (mejor diríamos «explicación teológica») que buscaba una raíz óntica-existencial y meta-empírica para la referida incapacidad soteriológica: la implicada en la teoría católica del sobre­ natural. Doctrina ya conocida, en líneas generales, desde hacía siglos, pero no desarrollada en toda su incontable gama de aplicaciones. Es­ pecialmente no había sido aplicada a valorar y, en su tanto, a criticar, las teorías escolásticas sobre el estado paradisíaco, sobre el p. or. y sus efectos. Se comprende, pues, que los padres de Tr., al reafirmar la inca­ pacidad del hombre para salvarse, no hagan referencia ninguna a la raíz última de la misma, que la teoría del sobrenatural les habría pues­ to en las manos. Ellos se contentan con una etiológica histórica, empí­ rica, debida a factores morales, cual es el recurso al pecado de Adán- pecado original. En el efecto conjunto de ambos factores malignos se ve la raíz de la impotencia soteriológica del hombre. No buscan otra porque, para su finalidad pastoral-práctica-polémica inmediata, no la necesitaban. Pero, si en tiempo de Tr. la etiología propuesta en el can. 1 no era ya la única posible, en la perspectiva de la teología actual, crece el número de los teólogos que llegan a considerarla incluso como inacep­ table. Son todos aquellos que, según sabemos, prescinden totalmente de la «teología de Adán» cuando quieren explicar el origen de la situa­ ción pecadora universal que llamamos «pecado original». No les impide llegar a esta conclusión ni siquiera la afirmación que parece tan clara y taxativa en dicho can. 1. Porque el Tridentino, piensan, al reafirmar la universal situación pecadora de la humanidad no quiso ir más allá de la Biblia en la etiología y explicación de por qué el hombre se encuentra en tan mísera condición espiritual. Y la Biblia no sabe otra etiología del pecado más que ésta: el pecado entró en el mundo y reina en el mundo por el pecar de los hombres. Eso es todo. Algunos piensan que Tr. sí quiso decir más. Incluso habría impuesto como obligatoria para siempre la teología de Adán — originante del p. or .— y a este mismo p. or. como explicación suficiente de la incapacidad soteriológica universal de la humanidad (DS 1511, 1512). A juicio nuestro es éste el punto más vulnerable de la enseñanza tridentina sobre el p. or. mirada en su conjunto. La referida «afirmación etioló­ gica» carece de base bíblica garantizada y sólo tiene sentido en un

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