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QUE «E N S E Ñ A » TRENTO SOBRE E L . 223 nada soteriológica del hombre. Pero esta afirmación luterana de la nada soteriológica del hombre no podía menos de repercutir en su modo de entender la razón de ser y la necesidad de la gracia y en su interpretación de la acción redentora de Cristo en relación al Padre y al hombre. Por cierto en forma bien distinta a la de Pelagio. Pues bien, Tr. adopta el mismo «punto de partida» para llegar a su defensa de la universalidad de la gracia y eficacia real de la acción salvadora de Cristo. Pero la solución de Tr. es muy distinta. Por eso se hace necesario desglosar la verdad primordial de la universalidad de la redención en estas tres afirmaciones, según hemos indicado ya en páginas anteriores: a) afirmación cristológica-soterio- lógica: la influencia de la Cruz de Cristo el absolutamente necesaria, universal, eficaz; b) afirmación caritológica: las mismas propiedades hay que reivindicar para la «gracia», en cuanto auxilio dado al hombre para hacerle nueva creatura y llevarlo a la vida eterna; c) pero las dos anteriores exigen esta confirmación antropológica neta: la radical, insuperable impotencia soteriológica del hombre. Como es obvio se trata de una e idéntica afirmación sustancial cristiana, bajo una triple perspectiva. Es la triple vertiente de una misma magnitud teológica. Ninguna de las anteriores afirmaciones tiene sentido en sí. Hay que contemplarla y afirmarla en correlación con las otras dos. En una jerarquía de valores la afirmación más valiosa es la cristo- lógica-soteriológica. Pero como punto de partida Tr. toma la de inferior valor (aunque esencial): la afirmación antropológica, el hecho de la radical incapacidad soteriológica del hombre. Y desde allí sube hasta la necesidad de la gracia, que a su vez remite a la Cruz, como a su fuente. Las últimas investigaciones sobre el tema del p. or. insisten en que se debe recuperar para este problema el enfoque absorbente­ mente cristocéntrico (soteriológico) que la cuestión tenía en Rm 5, l i ­ l i , en Agustín, en el Tridentino. Tienen toda la razón. Pero, con­ vendría tener a la vista el proceso indicado: que Agustín y el Triden­ tino cuando hablan expresamente del p. or., lo hacen desde la inten­ ción inmediata y más directamente antropológica indicada. Y así, ase­ gurada la radical incapacidad de la humanidad para salvarse por sí sola (porque es una masa de pecado, porque está internamente empe­ catada) viene la urgencia de hablar de la Cruz de Cristo y de la gracia que de ella deriva. Por tanto, es cierto que la tesis del p. or. es una teoría subsidiaria para reafirmar la universal necesidad de la gracia de Cristo; pero a través de la mediación indicada: reafirmación de la inca

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